Millones de chicharras americanas emergen en el este de EE.UU. tras pasar 17 años bajo tierra
Jack Gondela escudriña con mirada experta varios ejemplares de su potencial presa pero ninguno le convence. “Busco una fresca, blanca. Si no, no va a estar tierna”, comenta mientras posa sus ojos en el tronco de un arce.
Natural de Maine, Jack es cocinero y, aunque en su vida ha cocinado muchas langostas, ayer por la mañana, mientras paseaba por un parque de Washington, buscaba un animal más pequeño y singular: una cigarra americana, una variedad única que tras pasar 17 años bajo tierra está saliendo a la luz en masa en varios estados del este de Estados Unidos. “Deliciosa”, dice con satisfacción cuando al fin encuentra un ejemplar de su gusto y, tras quitarle las alas en un gesto rápido, se la lleva a la boca sin pensárselo demasiado.
Los insectos y sus cáscaras son un festín culinario para animales y algunos humanos
La aparición de las magicicada septendecim, como se llaman en latín, cigarras del faraón o cigarras periódicas americanas, reconocibles por su gran tamaño y ojos rojos, es un fenómeno biológico que no deja a nadie indiferente. La noticia de que en el año 2021 millones de ejemplares de la Cría o Generación X, como se conoce a este grupo, emergerían de la tierra fue encajada por algunos estadounidenses como una calamidad propia de los tiempos actuales. Otros lo consideran una auténtica delicia, literalmente en el caso de Gondela, que condujo 10 horas para disfrutarlo.
Las cigarras americanas que ahora salen a la luz nacieron en el 2004, cuando George W. Bush estaba en la Casa Blanca. Se han perdido las presidencias de Barack Obama y Donald Trump y llegan en plena pandemia, pero nada de esto las inquieta ni desviará de su objetivo: completar su metamorfosis vital después de años creciendo lentamente en las raíces de los árboles alimentándose a base de su savia.
En ciertas áreas se espera que cuando llegue a haber hasta tres millones de ejemplares por hectárea. Cuando las temperaturas rondan los 17º, las ninfas emergen de la tierra y se posan sobre troncos y hojas. En unas horas, dejan atrás sus exoesqueletos, inútiles ya, y emergen convertidas en adultos. Sus alas están mojadas y tardarán varios días en secarse, lo que las hace vulnerables a los múltiples depredadores que les acechan. Después, acometerán su objetivo vital final: aparearse.
Ese es el sentido del ensordecedor sonido que los machos emitirán para atraer a las hembras, que mostrarán su interés haciendo una especie de chasquido. A los pocos días del apareamiento, lo que ocurrirá al principio del verano, ellos morirán. Ellas también pero antes depositarán cientos de huevos en las hojas de los árboles. Pasado un tiempo, las ninfas emergerán y caerán al suelo como pelotas para ocultarse en la raíz de las plantas, donde pasarán 17 años. El ciclo comenzará de nuevo.
Muchas mueren sin embargo sin llegar a conocer la carne ajena. Aunque pueblos indígenas como los onondaga se las comían y algunos chefs actuales se ganan estos días unos minutos de fama con sus recetas para cocinarlas, la aparición de las cigarras es un festín ante todo para la fauna salvaje. Torpes y lentas, caen como moscas de los árboles. Los pájaros, ardillas, mapaches y tortugas las devoran.
“Me recuerda al foie gras”, señala Jack Gondela, un cocinero de Maine
Debido a las frías temperaturas, su llegada se ha hecho esperar unos días más de lo esperado, pero los jardines y aceras de ciertos barrios de la capital estadounidense, uno de los epicentros, amanecen cada mañana cubiertos por una creciente cantidad de cascarones vacíos y los restos de ejemplares pisoteadas. Su alto contenido en proteínas las convierte en un nutritivo manjar, también para perros y gatos.
A los científicos todavía les queda mucho por saber de estos cicádidos. Mientras el ciclo vital de la variedad que se encuentra al sur de Europa dura un año, en Estados Unidos y Canadá se encuentran tres especies más que viven durante 17 y 13 años, una longevidad récord. La Cría X aparece cada 17 años en los estados de Delaware, Georgia, Illinois, Indiana, Kentucky, Maryland, Michigan, Carolina del Norte, Nueva Jersey, Nueva York, Ohio, Pensilvania, Tennessee, Virginia, Virginia Occidental y Washington DC.
Una teoría es que su salida sincronizada es una estrategia para sobrevivir ya que su presencia masiva abruma a los depredadores al tiempo que su largo periodo de vida bajo tierra los despista y obliga a buscarse otras presas. Pero ¿qué mecanismos vitales le empujan a salir de la tierra en un momento dado? ¿Por qué, dentro de cada generación, lo hacen todas a la vez aunque las temperaturas varíen?
La aplicación móvil Cicada Safari, creada por el profesor Gene Kritsky, de la universidad Mount St. Joseph (Ohio), permite a sus usuarios subir a una base de datos sus fotos de los insectos con su correspondiente geolocalizador. Decenas de miles de científicos aficionados están participando en el proyecto. La app permitirá a los entomólogos conocer mejor los mapas territoriales de los insectos así como los efectos del cambio climático y la deforestación, su gran enemigo.
Jack, el cocinero de Maine, se conforma con verlas y degustarlas. Tiernas, cremosas… “Me recuerda al foie gras”, comenta tras zamparse la segunda chicharra viva de la mañana en Rock Creek Park, el pulmón de Washington. “Foie gras con hojas secas”, matiza.