La primera ministra de Finlandia, de 36 años, pilota con firmeza el acercamiento de su país a la OTAN
El día que Sanna Marin (Helsinki, 36 años) se convirtió en la jefa de Gobierno más joven del mundo se escribieron decenas de artículos sobre su figura en la prensa internacional. En pocos, o en ninguno, se hacía referencia a Rusia o a la OTAN; los textos destacaban su origen humilde, su vertiginosa carrera política, y que los cinco partidos que formaban el Ejecutivo de coalición estaban liderados por mujeres, cuatro de ellas treintañeras. Dos años y medio después, la primera ministra de Finlandia vuelve a aparecer en medios de todo el mundo por su firme reacción a la invasión de Ucrania y a las constantes amenazas del Kremlin contra su país.
Criada por su madre y la novia de esta —”una familia arcoíris”, la describe ella— en Pirkkala, una población de 20.000 habitantes, Marin trabajó por primera vez en una panadería, a los 15 años, durante las vacaciones de verano. Los estudios universitarios los compaginó con un empleo como dependienta. Se afilió al Partido Socialdemócrata poco después de cumplir los 20 y siete años después inició su meteórico ascenso al ser elegida concejala de Tampere, la tercera ciudad del país. En diciembre de 2019 se convirtió en la tercera mujer en gobernar Finlandia, con 34 años recién cumplidos.
Marin nació en un país sombrío, en el que los políticos aún estaban limitados y supervisados por la Unión Soviética. La transformación de Finlandia desde el fin de la Guerra Fría es motivo de orgullo para la socialdemócrata. Además de ser un referente en materia de educación o igualdad, un índice elaborado por la ONU lo ha situado cinco años consecutivos como el país más feliz del mundo. “Todos los ciudadanos tienen la posibilidad de prosperar, todos los niños parten del mismo nivel”, dijo a finales de enero durante una entrevista con este diario, una de las pocas que ha concedido desde su investidura.
Sus esfuerzos ahora se centran en garantizar la seguridad y la independencia de su país. Menos de 48 horas después de que Vladímir Putin ordenara la invasión de Ucrania, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, amenazó a Finlandia y Suecia con “graves consecuencias militares” si pedían su ingreso en la OTAN. Varios políticos y tertulianos próximos al Kremlin se sumaron los siguientes días a la retórica intimidatoria.
Este material fue publicado primero en EL PAIS