COROMOTO DÍAZ.
Esta semana se cumplieron ya casi dos años del inicio de mi actual exilio forzado en el extranjero. Dos años fuera de Venezuela, el dinero desde el principio no alcanza, además ha sido una constante lucha el tramitar una visa, que te brinde tan solo una oportunidad para comenzar de cero, una lucha contra el tiempo y la burocracia para poder asentarme en el país, y con ello devolverle la estabilidad a mi familia, arrancada de cuajo por una bendita revolución que de a poco destruyo todo cimiento de una próspera República, hoy todo esfuerzo se centra en hacer que todo este recorrido, valga la pena, hoy con el permiso del lector, infiero
estar en condiciones de sacar algunas conclusiones sobre mi experiencia, que pueden ser útiles para otros emigrantes.
Formo parte de ese numeroso grupo de venezolanos que forzados por la galopante crisis y por la constante violencia y persecución que se vive en Venezuela, fuimos empujados a probar suerte en el extranjero.
En mi caso me convertí en refugiado directamente por pensar diferente y ser un ciudadano critico, porque entendí el verdadero significado de ciudadanía, el cual exige un mandato
la defensa de la libertad y el rechazo a las arbitrariedades de un estado autoritario, de un régimen corrupto y criminal que Hugo Chávez instauró.
Muchas han sido las historias y muchos los casos contados, y otros tantos que jamás serán conocidos, pero millones de jóvenes profesionales o recién licenciados/graduados/doctorados hicieron las maletas, y fueron obligados a probar suerte, con resultados de todo tipo. Muchos de ellos eran aficionados a la aventura y a los retos personales, antes de verse en esa tesitura de abandonar su país de forma permanente.
Viajar sin duda enriquece, culturiza, abre la mente, fortalece las habilidades sociales, ayuda a ser más organizado y un mejor planificador, pero está algo mitificado y sobrevalorado como algo que influye enormemente en el desarrollo personal. Algo que tengo que reconocer, aun siendo las causas muy atípicas las que nos fueron impuestas para desarraigar nuestras raíces, de uno de los países más ricos del nuevo continente.
Yo veo muy valioso para el desarrollo personal y profesional residir en el extranjero durante periodos de tiempo medios o largos. Adaptarse a otras formas de vivir y trabajar, aprender de otras formas de entender la vida, las relaciones humanas, el trabajo, la organización empresarial y la gestión del tiempo, apreciar más aspectos de la vida a los que en otras culturas se les da más importancia, son solo algunos de los múltiples beneficios de vivir y trabajar en otro país.
Pero que nadie se engañe. Vivir en el extranjero está lejos de ser un camino de rosas. Videos que constantemente son colgados en las redes sociales y en el ciber espacio, han generado una falsa imagen del emigrante como alguien al que todo le ha salido muy bien; un triunfador, con una vida muy interesante y con pocas preocupaciones, y el caso venezolano pasará a la historia como uno de los más inéditos, digno de estudio, y sin ser arrogante ejemplo de generaciones futuras.
Ser inmigrante, desplazado o refugiado no es fácil, y si eres venezolano aún más. Cada uno llevamos a cuesta muchas frustraciones, grandes esfuerzos no valorados y mucha humillaciones infringidas por sociedades que no han sabido comprender la lección humana que la historia ha querido mostrar a través de nosotros.
Toda una amarga experiencia, porque muchas han sido las situaciones que se han debido enfrentar, múltiples y difíciles las barreras que se han impuesto, porque nadie en este lado del planeta estaba preparado para nuestra huida. Buscar empleo como sostenerse, hacerse de un techo para abrigarnos del frío y de la noche, resolver cuestiones burocráticas para obtener la legalidad, solucionar problemas de salud, manejar cuestiones bancarias, intentar encontrar un mejor empleo, matricularse, homologar o pasar un proceso de selección para unos estudios. Por no hablar de comer y buscar la manera para ayudar a quienes dejamos atrás, ¡eso sí que tiene mérito!…
En otro plano, las relaciones interculturales son muy interesantes, enriquecedoras y a menudo divertidas, pero no son fáciles: pueden generan enormes retos en el entorno, y dar paso a la Xenofobia o a la aporofobia uno de los problemas sociales y políticos más acuciantes de nuestro tiempo.
Los malentendidos y la falta de comprensión son frecuentes.
Por supuesto, hay países que han intentado su mejor esfuerzo para ayudar, pero el reto ha sido mayor que la voluntad.
En algunos casos el idioma se transformó el elemento diferenciador. No entender el idioma local, tener dificultades para aprender el idioma local con rapidez, o no poder comunicarse en inglés como lingua franca con ciertos interlocutores genero un ingrediente perturbador, mucho estrés, nervios, frustración y enormes pérdidas de tiempo.
Las circunstancias económicas de cada venezolano, (enormemente influenciadas por la situación socioeconómica familiar cuyo único culpable fue un régimen opresor y mezquino) como las que aparecen en el lugar de destino, influyen enormemente en la facilidad para poder afrontar los problemas que hay que superar para establecerse en el extranjero y salir adelante.
Falta añadir, aunque pueda parecer un tópico, que el clima del lugar de destino puede suponer también un gran reto. Vivir en tierras más altas, en la serranía de Suramérica implica inviernos más largos, más fríos, más oscuros y más difíciles para los llaneros de Venezuela.
Y ni hablar de cómo comunicarse con otros con honestidad y de forma directa, para evitar problemas y malentendidos. Puntualidad, sobra decirlo. Hospitalidad. Valorar, apreciar, celebrar la historia y tradiciones de tu país y región, del cómo construir relaciones honestas basadas en la confianza, cómo tratar a todo el mundo de forma justa y a como valorar correctamente los méritos de un compañero de trabajo. Formas de organizar y planificar bien el trabajo, y aspirar un salario digno. También cómo respetar el medio ambiente; y cómo apreciar y disfrutar de las actividades al aire libre durante todo el año, sin que te miren como a un ser diferente.
Tanto que hemos querido enseñar a los locales con los que se ha compartido horas de trabajo o tiempo libre, por ejemplo, sobre hábitos saludables de vida, cocina variada, rica y sana, optimismo, afrontar la vida con alegría, tenacidad, vivir con pasión y la vida social en grupo entre muchas otras cosas. Sin embargo, otra ha sido la historia… envuelta en una predisposición para ayudar, muchas veces influenciada por matices políticos y barreras culturales. En mi opinión, impuestas desde el propio Estado, quiénes nos han usado como producto para exigir dinero para lidiar con nuestra supuesta carga, pero que al final no han ofrecido ni el apoyo ni la ayuda de la cual tanto se ufanan, esa es mi impresión personal de la cual me hago responsable.
Tampoco hay que obviar que en algunos países los locales serán más proclives a tratarte bien, integrarte y considerarte un ciudadano de primera si tienes dinero, de lo contrario no será el mismo trato social que vas a recibir. Aspectos sociopolíticos que de manera directa han influenciado notablemente en la experiencia migratoria del proceso venezolano.
Sin duda, de este proceso es grande el aprendizaje, se aprende de otras formas de entender la vida, uno se convierte en otra persona, quizás te encuentras a ti mismo y al verdadero camino que estaba destinado para ti, y, afortunada o desgraciadamente, te toca aceptar tu destino.
A mi me gustaría ver a mi país dentro de una o dos décadas evolucionado a nivel político, institucional, económico y universitario, guiados por una nueva generación de líderes, que hayan sido participes de este exilio forzado, y que no lo hayan tenido fácil, con la experiencia y el conocimiento necesario para levantar la República desde sus cenizas
Que si han logrado conquistar la oportunidad para estudiar en prestigiosas universidades o si han logrado destacados puestos de trabajo ha sido gracias a su gran esfuerzo y habilidades, y no a los contactos o dinero de sus familiares y conocidos.
Un soñador e ingenuo, no sé. No sé si lograré ver la libertad de mi país, dentro de unos años, no sé cuantos exactamente, lo que si estoy segura es que Venezuela será ejemplo para el mundo
Muchas gracias sinceramente
Ya casi año y medio y cada día se ve más lejos el volver a mi Guárico querido y poder caminar las calles de mi pequeño San Juan, mis amigos y conocidos estan lejos, muchos con su cabelleras teñidas de canas.
Un fuerte abrazo a todos y cada uno de los venezolanos que estamos fuera, somos la generación de la maleta en mano, pero con la mirada puesta en hacer nuestro mejor esfuerzo, y dejar profundas huellas…