El gigante de la distribución Amazon se ha convertido en un refugio donde comprar y la fortuna de su presidente y fundador se ha incrementado en casi 30.000 millones en el último mes
Desde que irrumpió la crisis, todos los días parecen Black Friday en Amazon. El consumidor ha encontrado en el gigante de Seattle un refugio donde comprar en este paisaje desolado. Durante la semana del 9 de marzo, su plataforma, acorde con la consultora Comscore, tuvo 639.330.722 visitas únicamente en Estados Unidos. Un 32% más que el año anterior. Solo las ventas —según la firma de análisis CommerceIQ— en las categorías de hogar y cocina han crecido un 1.181% en tasa interanual. Es más, su servicio de pago, Amazon Prime, suma 150 millones de miembros y cerca de 750.000 vendedores en todo el mundo utilizan su web para dar salida a sus productos. El precio de las acciones de Amazon está en zona de máximos históricos, la compañía tiene una capitalización de 1,19 billones de dólares y la fortuna de su fundador, Jeff Bezos, se ha incrementado en casi 30.000 millones en el último mes.
El banco de inversión Morgan Stanley estima que este año ingresará 332.004 millones de dólares (unos 304.000 millones de euros al cambio actual). O sea, 10.527 dólares (9.700 euros) por segundo ¿El próximo? Nada menos que 407.704 millones (373.000 millones de euros). Un 22,8% más. Hecha la misma cuenta, 12.928 dólares (11.900 euros) en ese chasquido de tiempo. Mientras, el resultado de explotación (Ebit) superará los 35.100 millones de dólares.
Esos números se leen casi de corrido, sin aliento. Pero es solo parte del inmenso poder económico y social que protege a la compañía. Recientemente ha contratado 100.000 trabajadores, está distribuyendo productos sanitarios como ventiladores, máscaras, guantes, geles desinfectantes, priorizando el reparto de bienes esenciales, y ha aumentado temporalmente el salario de sus trabajadores en abril unos dos dólares la hora. Está representando el papel del Estado. Además, casi todos los expertos parecen enamorados de su negocio en la nube. El famoso Amazon Web Services (AWS). “La verdadera máquina de imprimir billetes”, cuentan. Ya aporta —según Bloomberg— cerca de 46.000 millones de dólares a la firma. O sea, el 28% del margen operativo. “De hecho, está creciendo a tasas del 33%. La pena ha sido no tener la oportunidad de comprar Amazon más barata”, lamenta Celso Otero, bróker de Renta 4.
Incluso Donald Trump, enfrentado desde hace años a Bezos, ha alabado su capacidad de entregar productos esenciales. “Amazon tiene la habilidad de vender su propio inventario y además distribuye productos de otras plataformas”, valora Brendan Witcher, analista principal de estrategia digital de la consultora Forrester Research. “Es su momento”.
Por eso, Amazon está bajo el microscopio del mundo. Sus directivos saben que su comportamiento estas semanas definirá el aprecio o el desapego de la sociedad por la compañía en los años venideros. Vive el tiempo más trascendente de su historia. Con sombras que se recortan profundas. En Washington, continúa abierta la investigación por posible vulneración de las leyes antimonopolio. “En el fondo, un callejón sin salida. Hace tiempo que en la práctica no es cierta esa idea tan estadounidense de la lucha contra los monopolios o la falta de competencia”, reflexiona Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. Es fácil sentirlo. La compañía controla más de un tercio del comercio online estadounidense. “Es una marca en la que confían muchas personas y este no es el momento en el que los clientes estén comparando precios entre diferentes vendedores: optan por quien más confían”, observa Juozas Kaziukenas, de la consultora Marketplace Pulse. Y añade: “Para muchas personas eso es lo que significa la empresa de Bezos”.
Aunque otros miran por ese luminoso caleidoscopio y ven imágenes distintas. “Podemos tener democracia o tener Amazon Prime, pero no podemos tener a ambos”, contaba la periodista Julia Carrie en The Guardian. El miedo es dejar todo este espacio económico y social en manos de una empresa cuyo propósito es enriquecer a sus accionistas. ¿Bajo qué criterios usará Bezos semejante poder? Los periódicos llegan repletos de historias narrando las heroicas condiciones en las que trabajan estos días sus empleados. “Es perder sí o sí. Si no voy a trabajar, no puedo pagar el alquiler. Y si lo hago, puedo enfermar y no trabajar nunca más porque pierdo la vida”, relata en The New York Times Maurice Baze, repartidor de Amazon. La situación es complicada. Ha habido amenazas de paro en sus almacenes, la justicia francesa forzó el cierre temporal de sus seis centros de distribución en el país porque, según su criterio, no estaba haciendo lo suficiente para proteger a sus empleados e Italia vivió 11 días de huelga de sus trabajadores.
Difícil freno a la sofisticación
Pero resulta muy difícil frenar una empresa que quizá tenga la cadena logística más sofisticada jamás diseñada. “Las grandes tecnológicas serán más grandes que nunca”, prevé Eric Schmidt, antiguo consejero delegado de Google. Pese a la tasa tecnológica que prepara Europa a estos gigantes, la pandemia impulsa el negocio. Amazon está procesando entre un 10% y un 40% más de paquetes de los habituales durante esta época del año. “Sin duda, la compañía se beneficiará [de la crisis]”, señala Brad Gastwirth, del bróker Wedbush Securities. Y añade: “Es la firma dominante, entre otras geografías, en el comercio electrónico en Norteamérica, su división de AWS se ve impulsada por la migración continua a la nube y lo mismo sucede con los servicios en streaming”. Porque Amazon es una caja con muchas aperturas. El ejercicio pasado sumó 20.000 millones de dólares solo por suscripciones. Sobre todo, procedentes de Amazon Prime. “Esta fórmula genera ingresos muy recurrentes, lo cual ayuda a las empresas a navegar en un entorno cambiante y hacer que su negocio sea más resistente”, valora Nolan Hoffmeyer, gestor de Thematics AM.
El titán imaginado por Bezos en 1994 saldrá de la crisis más poderoso, estratégico y rico que nunca. ¿A qué precio? “Si quieres tener una economía diversificada, competitiva, donde la gente invente cosas, escriba nuevos libros y proponga nuevas ideas necesitas caminos variados al mercado”, advierte Stacy Mitchell, codirector del Institute for Local Self-Reliance. “Podríamos acabar viendo cómo la distribución de productos de consumo termina escurriéndose en su totalidad hacia un único canal llamado Amazon. Es increíblemente arriesgado”, alerta.
PERDER EL MIEDO
El Mercado de la Paz, en Madrid, es uno de esos pocos espacios donde el comercio, al menos en algunas de sus 60 paradas, aún se siente de barrio. Los habituales conocen el nombre de los tenderos y con ello, en parte, su existencia. Sus problemas, sus afanes, sus deseos. En este espacio de personas que se llaman por sus nombres, Amazon ha abierto su servicio Premium para repartir alimentos de algunos de sus establecimientos. Una transformación en un barrio con una población envejecida. “Uno de los grandes cambios que trae la pandemia es cómo los mayores han perdido el miedo al comercio electrónico: a dar los datos de su tarjeta. La crisis sanitaria ha acelerado (y no solo en el caso de los ancianos) una transformación que hubiera tardado dos o tres años más”, subraya César Sánchez-Grande, director de análisis de Ahorro Corporación. Y zanja: “La normalización de la compra ‘online’ de comestibles ya no tiene marcha atrás”. Otro cambio en un mundo nuevo.