La poeta es la segunda persona del país sudamericano en recibir el galardón del Ayuntamiento de Granada
Yolanda Pantin (Caracas, 66 años) recibió la noticia de que era la ganadora del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca temprano, con una voz llamando desde el otro lado del Atlántico. “Yo apenas me había levantado y no me había tomado la primera taza de café”, cuenta por teléfono la poeta desde su hogar en la capital venezolana. “Mientras fueron pasando las horas fui asimilando lo acontecido”, comenta la venezolana, quien admite sentirse abrumada por la noticia.
El Premio García Lorca es entregado anualmente por el Ayuntamiento de Granada y cuenta con una dotación de 20.000 euros. Patin es la segunda venezolana en recibirlo, después de Rafael Cadenas en 2015. Graduada de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, la carrera poética de Pantin abarca casi cuatro décadas, lo que define como “ser fiel a un llamado a excavar en el interior de las cosas”.
Pantin admite que, aunque hay referentes que han ido cambiando a lo largo de su carrera, Federico García Lorca es una de esas “figuras centrales” que sirven de introducción al mundo de la poesía y que permanecen siempre. También siente que por mucho tiempo la literatura de su país estuvo marcada por cierta insularidad con respecto al resto del mundo de las letras hispanas. “Tenemos mucho que decir, tenemos mucho que dar”, dice la poeta. “No queríamos ir hacia afuera sino ir hacia adentro y eso nos dio a los venezolanos mucha fuerza, hacia el interior de nosotros, hacia el interior del país. Ahora esa misma fuerza se ve hacia afuera”.
El jurado destaca el “largo y profundo viaje por los recursos poéticos” de la premiada, para retratar la “sinuosidades de la condición humana” a través de una mirada “perturbadora y novedosa”. En 2017, al recibir el Premio Casa de América, Pantin dijo a EL PAIS que «ser poeta es un destino”. “Ella va delante y yo voy detrás”. Con el paso del tiempo también cambió su relación con la escritura y la lectura. “Ahora no es literatura, es otra cosa. Es algo que forma parte de mí, algo que se construye, que tiene que ver con el intelecto. Ahora estoy más abierta no solo a cuestiones del intelecto, sino a cuestiones de la percepción, la vista. Soy más permeable”. Y sobre su país sentenció ya en ese momento: “Yo no tengo esperanza. Estamos entrampados en un delirio histórico”.
Pantin, que cumplió 66 años la semana pasada, vivió su juventud en Turmero, una ciudad del centro de Venezuela. Allí estudió en la Escuela de Artes Plásticas antes de mudarse a Caracas, donde estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Fue el tiempo en que se inició en el taller literario Calicando, de la escritora Antonia Palacios, cantera de los escritores más destacado de su generación. En 1981 fundó el Grupo Tráfico con los poetas Igor Barreto, Rafael Castillo Zapata, Alberto Márquez y Armando Rojas Guardia, con los que irrumpió en los círculos culturales venezolanos con un poderoso manifiesto: “Venimos de la noche y a la calle vamos”. En 1989 creó con otros escritores el Fondo Editorial Pequeña Venecia, dedicado a la publicación de poesía, donde trabajó como coordinadora editorial hasta 1994.
Además de País y Correo del corazón, ha publicado más de una veintena de poemarios, entre los que se encuentran Casa o lobo, La canción fría, El hueso pélvico, Bellas ficciones o Lo que hace el tiempo, con el que ganó en 2017 el Premio Casa de América de Poesía. También ha publicado literatura infantil, como Ratón y vampiro se conocen y trabajos de no ficción, como las biografías de Marie Curie y Nelson Mandela. Junto con la novelista Ana Teresa Torres acaba de publicar Viaje al poscomunismo (Eclepsidra, 2020), en el que cuentan el recorrido que ambas autoras hicieron, en varias etapas, entre 2002 y 2012, por países de Europa, Rusia y Asia Central. Pantin también ha sido reconocida con el Premio Fundarte de Poesía (1989), la beca Guggenheim (2014) y el Premio de Poesía Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval (2015), en Aguascalientes, México.