El día se había deslizado por un tobogán de fatigas. La tristeza había hecho un nudo en la garganta de los pájaros y llenó de gotas microscópicas las cicatrices de los árboles. La tarde descolgaba su penumbra cuando me llegó la noticia en México: había muerto Mario Moreno (Cantinflas).
Sentí que algo de mis afectos desaparecía con él, como si mutilaran una parte de mi cuerpo o una amnesia parcial afectara una zona de mis recuerdos.
El hombre no vive en la soledad de sí mismo. La travesía de la vida se hace siempre al lado de algo o de alguien, de un conjunto de circunstancias fortuitas o premeditadas. En la pequeña insignificante historia de mi vida, Cantinflas es una referencia necesaria, porque aparece en una etapa de recuerdos imborrables, en el momento en que se toma conciencia de la singularidad dentro de la especie humana y el papel individual y protagónico que cada uno juega en el proceso constante y permanente de la creación del universo.
Un hombre, en el camino de la vida, escoge y hace suyos a poetas y escritores, deportistas y músicos, amigos, artistas, científicos, filósofos, humoristas, maestros, políticos. Cantinflas fue el humorista que ocupó en mi ciclo vital el mayor espacio de la risa.
Cantinflas encarnó el humor latinoamericano, en un personaje salido de las entrañas del pueblo, de la marginalidad más empobrecida económicamente, como lo evidenciaba su raída vestimenta, pero su humor, siendo crítico desde el punto de vista social, era simultáneamente constructivo y esperanzador, pues exaltaba los valores espirituales del ser humano. Cantinflas era, pues, el contraste entre la pobreza económica que padecía y la profundidad de los valores morales que constituían su mayor riqueza. Cantinflas, a pesar de su vocabulario aparentemente incoherente, mantenía una coherencia ética y una posición beligerante de defensa de los derechos humanos, cualesquiera fueran los personajes que le tocara representar. Encarnó al choló peruano, al Juanbimba de nuestros ranchos y al de la Fabela brasileña, tanto como al pelado mexicano o de cualquier otro país latinoamericano, porque el humor de Cantinflas salía de las entrañas del pueblo, en una equilibrada mezcla de protesta y exaltación, de crítica y de alternativa. Su humor apelaba a los sentimientos de las masas populares, bien distinto, por cierto a la vulgaridad a la que, con frecuencia, acuden mucho de los cómicos nacionales de nuestra televisión.
La última vez que Mario Moreno estuvo en Maracaibo, a mediado de los años 60, fue para asistir a la premier de una de sus películas a beneficio de la Asociación Zuliana de Niños Excepcionales (Azupane) que en ese momento yo presidía. Guardo gratos recuerdos de aquel encuentro personal, de su visita a la institución y de su contexto con los niños. La ternura que puso en sus palabras cuando habló con ellos fue el momento de su visita que recuerdo con nitidez.
Nos dejó un epitafio para su tumba:“Parece que se ha ido, pero no se fue” ¡Permanece con nosotros, como la brisa, el sol y la sonrisa inocente de los niños!
El 12 de Agosto de 2014 cumpliría un año más de vida Mario Moreno (Cantinflas), actor cómico mexicano, cuyo nombre completo fue Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, a quien rindo este pequeño homenaje, inspirado en el más profundo de los afectos.
Fernando Chumaceiro Chiarelli
Ex-alcalde Maracaibo
Nota de la Redacción: Los buenos fotógrafos transforman las gráficas que captan en monumentos de sí mismos. Este fue el caso de Jesús «Chino» Briceño (Q.E.P.D), galardonado periodista gráfico zuliano. La imagen que ilustra el escrito de Fernando Chumaceiro sirve para darle vigencia al epitafio que escogió para sus restos el genial cómico mexicano, que transformó al mundo en una pizarra gigante para plasmar en ella sus imperecederas lecciones de ciudadanía.
m.e.c.