sábado, octubre 12, 2024
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«La única lucha justa que se pierde es la que se abandona»: Aly Raysman, laureada gimnasta estadounidense abusada sexualmente por su entrenador Larry Nassar.

Alexandra Rose Raisman, de entonces 23 años, se plantó el 19 de enero de 2018 y enfrentó cara a cara a un Larry Nassar que no la miraba. Empoderada con una fuerza de voluntad inimaginable, le clavó la vista y eligió cada palabra como daga. Sentado en el tribunal estaba su abusador sexual, el pedófilo predador que cinco días después sería condenado a pasar el resto de sus días en la cárcel.

Aly fue una de las 156 mujeres que testimoniaron. Una de las decenas abusadas por el ex médico del seleccionado femenino estadounidense de gimnasia. Y su voz, como la de Simone Biles, fue determinante para la condena de semejante monstruo.

Tres años y diez meses después, Aly tiene 27, luce el pelo lacio suelto y usa un sweater celeste mientras le dice con crudeza a Clarín: “Es como una herida abierta que no cierra. Todo mi ser desearía no tener que pensar en esto, no pensar en el abuso en la Selección de gimnasia estadounidense y llevar adelante otros proyectos. Pero esta herida me dispara un montón de cosas y afecta a mi propia experiencia de sanación, porque a veces siento que doy un paso para adelante y después termino dando 100 pasos para atrás”.

Su perro se trepa al sillón blanco que eligió como lugar para sentarse frente a la cámara de su computadora. Ella pide perdón por la intromisión de su mascota e insiste con la reflexión: “Es muy difícil pasar por esto y es algo que todavía sigo tratando de entender cómo lograr. Hacer terapia y asegurarme de que me cuido a mí misma es una prioridad, porque esto me afecta mucho, más de lo que la gente cree”.

Aly contesta en una videoconferencia con medios latinoamericanos organizada a propósito de “De la oscuridad a la luz”, el programa en el que habla con sobrevivientes de abusos y que emitirá Lifetime este jueves 25, a las 23 de la Argentina (canales 400 de Cablevisión Flow, 228 de DirecTV y 426 de Telecentro), en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Las palabras son vitales: hablará de “sobrevivientes” y no de “víctimas”, pedirá no ver imágenes de su abusador y recordará que describir detalles precisos la saca de eje y le dispara lo peor. Cómo no entenderla.

El calvario vivido bajo las garras de Nassar desde que ella era menor de edad y la bestia entró a su cuarto de hotel en Australia no ha terminado. El encubrimiento del Comité Olímpico y de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos fue devastador, así como lenta y cómplice fue la pseudoinvestigación del FBI. Por eso Raisman fue junto a Simone Biles, McKayla Maroney y Maggie Nichols a testimoniar en septiembre pasado ante el Senado de Estados Unidos.

-¿Te sentiste traicionada por el Comité Olímpico estadounidense, tu Federación y el FBI? ¿Cómo toleraste no ser escuchada y que todos hayan mirado para otro lado cuando tantas sobrevivientes como vos hablaron de lo que sufrieron?

-Es algo que todavía estoy explorando todos los días. Muchas veces la forma de sanar de una sobreviviente tiene que ver con cómo es manejado ese abuso. El Comité Olímpico estadounidense y la Federación no hicieron lo correcto y siguieron sin reconocer el problema y sin hacer todo lo que estaba a su alcance para solucionar lo que estaba pasando. Una de las cosas más importantes es que haya una investigación completa e independiente para entender quién sabía lo que estaba pasando, cómo fue que pasó este desastre y asegurarnos que nunca más vuelva a pasar. Porque yo no quiero vivir en un mundo en el que estemos adivinando. Porque queremos proteger del abuso a niños y a atletas.

Testificar en vivo ante senadores y exigir que caigan quienes hicieron la vista a un lado, dejando a adolescentes a merced de un predador sexual, puede parecer algo sencillo, motivado por la necesidad de justicia. Sin embargo, cada vez que se toca el mismo tema que hizo y hace mella en el cuerpo y en la psiquis de las sobrevivientes (al menos una gimnasta abusada se suicidó, al igual que un padre que no le creyó a su hija), cada una revive lo sufrido.

“Yo tengo mucha pasión sobre lo que es la prevención en la salud mental, pero creo que testificar sobre el abuso dispara muchas cosas que la verdad que es algo que desearía no tener que hacer. Pero años y años después tenemos que seguir alzando nuestra voz al respecto”, concluye al responderle a Clarín.

Y continúa cuando retoma el tema ante la inquietud de una colega: “Lamentablemente, no creo que a lo largo de mi vida la problemática del abuso sea resuelto. Voy a seguir luchando por la prevención del abuso y la salud mental mientras pueda hacerlo, pero creo que tener equilibrio en mi vida es muy importante”.

La mujer que habla con esta templanza emociona a cada momento. Incomoda hacer el ejercicio de ponerse un minuto en su lugar e imaginar lo que padeció en manos de una bestia y lo que sufrió y sufre porque la historia no se cerró. Hay culpables de encubrir lo indecible y no haber parado la barbarie contada por decenas.

Por eso su testimonio de 2018, mirando a Larry Nassar en el banquillo de los acusados, es un tsunami imparable: “Me mentiste y manipulaste para pensar que cuando me tratabas cerrabas los ojos porque estabas trabajando, cuando en realidad estabas tocando a una niña inocente para sentir placer. Imaginate que no tenés poder ni voz. ¿Sabés qué, Larry? Ahora tengo poder y voz, y recién la estoy usando. Nos aseguraremos que tendrás lo que te mereces. Una vida de sufrimiento. Larry, no vas a quitar la gimnasia de mí. Amo el deporte y ese amor es más fuerte que el demonio que reside en ti y que te permitió lastimar a tantas. No descansaré hasta que el último trazo de tu influencia en este deporte haya sido destruido como el cáncer que es.

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