sábado, noviembre 30, 2024
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Carlos Lehder revive los fantasmas de Pablo Escobar y la época de los grandes capos del narcotráfico

En su libro ‘Vida y muerte del cartel de Medellín’ aborda los dineros calientes en campañas políticas, los pactos con las guerrillas y la complicidad de los Gobiernos de Nicaragua, Cuba o Panamá

Santiago Torrado
SANTIAGO TORRADO
Carlos Lehder (Armenia, 74 años), uno de los fundadores del cartel de Medellín, se hizo famoso por todo tipo de excesos. Se construyó una imagen de mujeriego, borracho, loco, vanidoso y fascista. En su rocambolesca carrera delictiva incluso fundó un partido político, el Movimiento Cívico Latino Nacional, una plataforma anticomunista y anticolonialista.
Por encima de todo, combatió frenéticamente en los años 80 el naciente tratado de extradición entre los Gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Llegó a asegurar en su día que consideraba el narcotráfico “un arma revolucionaria contra el imperialismo” o “la bomba atómica” de América Latina.

Capturado el 4 de febrero de 1987 en una finca cerca de Medellín, después de ser extraditado lo condenaron en un primer momento a cadena perpetua más 135 años, pero logró una sustancial rebaja de pena al convertirse en testigo protegido del caso contra el dictador panameño Manuel Antonio Noriega. Tras pasar 33 años en una cárcel en Estados Unidos, quedó libre en el año 2020 y ahora vive en Fráncfort, Alemania, el país de origen de su padre.

El socio de Pablo Escobar –quien acabó por entregarlo a las autoridades– ha roto la discreción que ha marcado su vida desde entonces con el libro Vida y muerte del cartel de Medellín (Debate), que acaba de ser publicado por Penguin Random House. En las páginas de esas memorias aborda la financiación de campañas políticas con los llamados dineros calientes, las relaciones de los narcos con las guerrillas de la época y la suerte de diplomacia traqueta que los llevó a relacionarse con Gobiernos de Bahamas, Nicaragua, Cuba o Panamá a partir del momento en que comenzó a exportar cocaína porel Caribe. Eran los años en que el narcotráfico permeaba a la sociedad colombiana, antesala de la guerra frontal en la que Escobar decía preferir una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos.

“Yo fui un bandido”, concedía Lehder esta semana en una inusual entrevista con W Radio. “Para mí continúan siendo un enigma las decisiones que tomé”, le contestaba al periodista Julio Sánchez Cristo. “Después de sobrevivir todas esas penurias, dichas y desdichas, decidí ya en mi libertad, escribir mi biografía, mi libro, mi historia, mis vivencias, para compartirlas con mis compatriotas, para que no sean tentados en el futuro, y en el presente, por el dinero fácil del narcotráfico. Que eviten contagiarse, porque ya los sistemas de justicia son tan avanzados que todo el que se involucre termina en la cárcel, perdiendo su familia y su fortuna, o también muerto por las mismas mafias”, aseguraba en esa charla. Habló de haber ingresado 50 toneladas de cocaína en Estados Unidos. Estos son los principales temas que aborda el primer gran capo extraditado.

La campaña presidencial de 1982

Ledher entrega su versión de cómo el dinero del narcotráfico permeó la política colombiana. Entre otras, salpica a los expresidentes Alfonso López Michelsen (1974-1978) y Belisario Betancur (1982-1986), ambos ya fallecidos. Asegura que en la campaña presidencial de 1982, López, que ya había sido presidente y concurría por el Partido Liberal, recibió aportes de Pablo Escobar y otros siete narcos, que entregaron 100.000 dólares de la época cada uno, y se reunió con ellos. Esos aportes eran parte de la estrategia para evitar que se abriera paso la temida extradición, según su relato.

En su día, el propio Lehder reveló a la prensa esos supuestos aportes, por instrucciones de Escobar (cuando todavía se presentaban como “comerciantes legítimos”). En vida, López siempre negó las declaraciones que hizo Lehder para vincularlo con el cartel de Medellín, que reiteró en el juicio contra Noriega. En su libro-entrevista Palabras pendientes, dice sobre la controversial reunión que a los narcotraficantes los hicieron pasar como copartidarios. “Yo estaba de prisa, entré un momento y ni siquiera me senté. Les di la mano a unos tipos que no conocía”, relata en esa charla con el periodista Enrique Santos.

Lehder también asegura que Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano, no quiso sumarse a esos aportes por considerarse conservador, y dice que en su lugar entregó, con otros narcos, cerca de un millón de dólares al Partido Conservador de Betancur, a la postre ganador de los comicios. El tercer contendor en esa campaña era Luis Carlos Galán, del Nuevo Liberalismo. Ledher corrobora que Escobar, picado por el bicho de la política, intento acercarse, pero Galán –asesinado por orden de Escobar en 1989– “decidió expulsarlo como respuesta a rumores sobre a lo que en realidad se dedicaba Pablo”.

El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla

En sus memorias, Lehder se refiere al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, que había encabezado una persecución contra las mafias de narcotraficantes antes de caer asesinado en Bogotá. “Pablo Escobar ya era alérgico a que se pronunciara el nombre de Lara Bonilla en su presencia. Saltaba de la ira”, relata, aunque señala que nunca supo que tenía planes para asesinarlo. Reseña su primera reacción cuando se enteró del crimen el 20 de abril de 1984, después de una de tantas jornadas de operaciones de carga aérea: “Perplejo, alcance a decir: –Que cagada, eso no nos va a ayudar”.

“Años después, en el juicio a Noriega, confesé que, además, había felicitado a Pablo”, rememora sobre un episodio que fue un parteaguas. “Pero, a diferencia de Escobar, yo no tomé el camino de declararles la guerra al Estado y a la sociedad, más bien preferí esconderme en la selva al ver la persecución que el crimen desató. Hoy en día, creo que Pablo no supe leer la situación; él debió haber enviado un comunicado en el que explicara qué lo había llevado a eso. Al no hacerlo, nos dejó a los demás en el aire. Estoy seguro de que no dimensionó todo lo que ese crimen iba a acarrearnos a él y a sus socios”.

El encuentro con ‘Tirofijo’

Lehder relata una reunión con Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, y Jacobo Arenas, para entonces máximos líderes de la guerrilla de las FARC. Con ellos selló un acuerdo en torno al narcotráfico, asegura. “Me recibieron cordialmente, y yo, titubeando al principio, logré finalmente concentrarme en lo que me tenía ahí; les manifesté que sería breve y solo venía a plantearles una negociación financiera”.

Concluyó su propuesta en diez minutos y quedaron de volver a encontrarse al día siguiente para informarle la decisión que habían tomado. “Marulanda me aceptaba en sus dominios del Vichada. De ahora en adelante, yo debía estar en contacto regular con el comandante del frente 16. En las tierras que yo obtuviera, podía construir pistas de aterrizaje y operarlas”, relata. “Con respecto al narcotráfico, yo debía pagarles a las FARC, con dinero en efectivo, el 10% de todas mis ganancias en Vichada –el mismo porcentaje que pagaban todos los cultivadores de plantas de coca y los dueños de laboratorios–. Acepté los términos como justos y beneficiosos para todos”.

La relación con el M-19 y la toma del Palacio de Justicia

Ledher asegura que el cartel de Medellín no financió la toma del Palacio de Justicia de Bogotá, el 6 de noviembre de 1985, por parte de la guerrilla del M-19 –en la que militó el presidente Gustavo Petro en su juventud, aunque no participó de la toma–. “Lo que sí puedo asegurar sobre las numerosas especulaciones que involucran a Pablo Escobar –y, obviamente, al cartel de Medellín– en la financiación de la toma es que son versiones falsas. Ni Pablo Escobar ni yo supimos nunca con anterioridad sobre los planes del M-19 de tomarse por asalto el Palacio de Justicia. Es más, a mi juicio, esa clase de operación guerrillera de asalto y toma del objetivo no requiere mayores costos en dinero porque los guerrilleros armados no cobran sueldo ni son mercenarios bajo contrato”.

Ese aparte se prestó para un acalorado intercambio en las redes sociales entre el presidente Petro y la periodista Vicky Dávila, directora de la revista Semana. “Ya está claro que usted, señora Vicky, entrevistó al jefe sobreviviente del cartel de Pablo Escobar, el señor Carlos Lehder, y le dijo que ellos nada tuvieron que ver con la toma del palacio de justicia, mentira que venían repitiendo durante miles de veces, personas como usted”, le reprochó el mandatario en X, antes Twitter, su canal de comunicación predilecto. La comunicadora, muy beligerante frente al Gobierno, le replicó que ella no entrevistó a Lehder, solo registró lo que cuenta en su libro, y que la versión de la financiación proviene de una comisión integrada por magistrados de la Corte Suprema.

Carlos Lehder hablando, durante un evento en donde al fondo de la fotografía se puede observar a Pablo Escobar.CORTESÍA RANDOM HOUSE
Carlos Lehder hablando, durante un evento en donde al fondo de la fotografía se puede observar a Pablo Escobar.
CORTESÍA RANDOM HOUSE

El cartel de Medellín acampa en el Caribe

Después de hacerse piloto, Lehder se instaló en las Bahamas, se compró la isla Cayo Norman y comenzó a exportar grandes volúmenes de cocaína desde el Caribe. Allí estableció su centro de operaciones por varios años, pero la guerra contra las drogas del presidente estadounidense Ronald Reagan lo empujó a buscar otras rutas.

Mientras el tema de la extradición se abría paso en Colombia, Pablo Escobar acordó con Manuel Antonio Noriega el traslado de su operación a Panamá, relata el libro. “El alias para referirnos a quien también era conocido como Carepiña, por las huellas que un fuerte acné juvenil le dejó en el rostro, iba a ser el Tigre, y Panamá sería en adelante Palmira”, detalla. Desde el primer día se instalaron con la protección y asistencia de la Guardia Nacional panameña. “Panamá como puerto libre y el dólar como moneda nacional nos facilitaban toda la operación. Su potencial era enorme”. En sus declaraciones ante el tribunal de Miami que juzgó a Noriega por narcotráfico, Ledher ya había asegurado que el otrora hombre fuerte del istmo se reunió personalmente con los capos del cartel de Medellín en 1982 y 1983 para discutir los términos de su cooperación.

Sin total certeza sobre cómo serían las cosas en Panamá, era necesario explorar la posibilidad de recurrir al régimen de Fidel Castro, prosigue Lehder en sus memorias. Tras un par de visitas, obtuvo la complicidad de Cuba. Aunque lograron abrir esa ruta, Lehder tenía suspicacias frente al régimen y no volvió a pisar la isla. En lugar de eso, después de pasar algún tiempo oculto en los Llanos Orientales de Colombia, más adelante aceptó el refugio que le ofrecía la Nicaragua de Daniel Ortega, mientras otros capos habían elegido Panamá. “El régimen sandinista estaba dispuesto a permitirle al cartel la utilización de unas pistas de aterrizaje del Gobierno para transportar cocaína suramericana hacia México, a cambio de varios millones de dólares en efectivo”, asegura en el libro. Allí terminó también fugazmente Escobar, al descubrir que Noriega planeaba entregarlo.

Entregado por Pablo Escobar

Al final del libro, cuando cuenta detalles de su juicio en Estados Unidos, Lehder confirma que fue su socio quien informó su ubicación, sin detenerse en los motivos de esa traición. “Entre los cientos de papeles que la Fiscalía les iba entregando a mis abogados antes del inicio de mi juicio, se traspapeló un documento por equivocación; de esa manera, mi abogado se enteró de una información oficial secreta. Aunque en el documento sí se veían varias líneas del texto tachadas con tinta de marcador negro, se alcanzaba a revelar que Pablo Escobar era la persona que había entregado a Carlos Lehder a la Policía de Medellín”.

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