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Conozca Sweida-Zuela, el pueblo sirio donde planea refugiarse Tarek El Aissami

Primer Informe

13-04-2020

En esta localidad en el suroeste de Siria, el 60 por ciento de los habitantes proviene de Venezuela. En las calles, abundan locales comerciales con nombres en español como Apure, Guasdualito, Calabozo, Cabruta o Porlamar, y en las calles se venden arepas, caraotas o hallacas, como si se tratara de un pueblo venezolano. Según fuentes, esta es la ciudad donde Tareck El Aissami planea protegerse, una vez que caiga el régimen de Nicolás Maduro.

Redacción | Primer Informe

En Sweida, una población ubicada al suroeste de Siria, cerca de la frontera con Jordania, viven menos de 100.000 personas. Pero desde hace algunos años las agencias de inteligencia estadounidenses, europeas y colombianas consideran esa pequeña y lejana ciudad un objetivo de alto interés. No es para menos.

Según un reporte de la revista Semana, integrantes del grupo Hezbolá salen de allí hacia América del Sur. Llegan a Venezuela, y con cédulas y pasaportes reales de ese país, pasan a Colombia, donde gracias al dinero del narcotráfico, enlaces claves en Barranquilla, Riohacha, Maicao y Cartagena les ayudan a viajar a otras naciones para incorporarse a células terroristas, de acuerdo a informes confidenciales de inteligencia de agencias.

A Sweida la conocen también como “la pequeña Venezuela”, “Sweidazuela” o “Vene-Suweida”. No se trata de una referencia al azar. De acuerdo con datos de la Embajada de Venezuela en Damasco, en la actualidad el 60 por ciento de los habitantes de ese lugar viene del vecino país. Por eso, en las calles abundan locales comerciales con nombres en español como Apure, Guasdualito, Calabozo, Cabruta o Porlamar. Así mismo, es fácil encontrar ventas de arepas venezolanas, caraotas o hallacas, como si se tratara de Táchira, Maracaibo o Caracas; y afiches de Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Simón Bolívar. Las puertas de los taxis o los tanques de gasolina de las motos ostentan banderas tricolores. El árabe y el castellano conviven con naturalidad es esa zona.

Venezolanos en Siria

“Son 30 bolívares” advierte el dependiente de una óptica a un potencial cliente que se prueba unas gafas de sol, sin pestañear al dar el precio en la moneda corriente venezolana en lugar de la local (las libras sirias). Al otro lado de la calle, un letrero en perfecto castellano anuncia “se venden arepas”, en alusión al conocido alimento venezolano hecho a base de harina de maíz. En la tienda contigua una estridente canción de salsa salpica desde los altavoces apostados en su exterior a los transeúntes mientras que en el supermercado de la esquina parte de la decoración incluye posters del presidente venezolano Hugo Chávez y del prócer sudamericano Simón Bolívar. Este colorido espejismo latinoamericano en la ciudad de mayoría drusa podría sorprender al visitante primerizo y desprevenido pero no al conocedor, pues se trata nada más y nada menos que del legado, vivo y encantador, de muchas décadas de intercambio migratorio entre Siria y Venezuela.

“Pensar en Venezuela me humedece los ojos” afirma Leha Jame, uno de los miles de habitantes de Sweida con vínculos cercanos al país sudamericano. “Amo a ese país con todo mi corazón. Su gente son para mí familia; mis hermanos y hermanas”, agrega emocionado.

Hacia principios de los años sesenta, cuando las oportunidades laborales escaseaban en Siria, Jame -como tantos otros de sus compatriotas- empacó sus pertenencias y emprendió rumbo al continente americano en búsqueda de una vida mejor. “El mundo era diferente y Venezuela simbolizaba entonces un nuevo comienzo y una ventana de oportunidad para nosotros” declara Jame, propietario de la zapatería apropiadamente llamada El Nuevo Mundo, localizada en el centro comercial de Sweida. “Venezuela nos recibió con los brazos abiertos”, recuerda sonriente.

Sweida está ubicado al suroeste de Siria, cerca de la frontera con Jordania.

Tras dos décadas y cinco hijos en su haber, Jame decidió regresar a su natal Siria. Una decisión secundada por muchos otros de sus compatriotas a lo largo de los últimos diez años, inyectando dinero a la economía local, construyendo cientos de nuevas casas y proveyendo a la ciudad de un muy particular sabor latino. Hoy, de acuerdo con estimados de la Embajada de Venezuela en Damasco, cerca del 60% de la población de Sweida nació en territorio venezolano y posee la doble nacionalidad.

A pesar de la distancia geográfica la conexión con Venezuela es muy fuerte. “Trato de ir al menos una vez al año” afirma Majid, uno de los hijos de Jame, quien auxilia a su padre en el expendio de zapatos. “Todavía tenemos negocios por allá y, por supuesto, mucha familia”, dice. Lo mismo opina la mayoría de los habitantes sirio-venezolanos de Sweida, quienes cruzan el Atlántico regularmente, manteniendo los vínculos humanos y económicos entre los dos países tan vivos como el mismísimo carnaval caraqueño.

Hoy en día, numerosas comunidades venezolanas pueden encontrarse no sólo en Sweida sino también en otros importantes núcleos urbanos de Siria, como Alepo, Tartus y el suburbio damasceno de Jaramana.

Los sirio-venezolanos se han adaptado perfectamente a las condiciones y al estilo de vida a ambos lados del Atlántico, asimilando elementos tanto de la cultura hispana como de la árabe en una mezcla perfecta que precede histórica y socialmente a los más recientes movimientos migratorios, fruto, principalmente de las milenarias conexiones entre ambas regiones del mundo. Conexiones que trascienden a Siria y a Venezuela y que se trasladan a Líbano, a Palestina y a Jordania pero también a Marruecos y a Túnez para aterrizar en Panamá, en Perú, en República Dominicana y en Guatemala. Conexiones que superan el entendimiento y, en muchos casos, la razón. Conexiones inquebrantables y evidentes aunque aún hoy en día para muchos, los más, desafortunadamente resulten invisibles.

En Sweida-zuela abundan los comerciantes que aún mantienen negocios en Venezuela.

Refugio estratégico de El Aissami

La historia de esa relación se remonta a comienzos del siglo XX, cuando miles de sirios cristianos y judíos llegaron a Latinoamérica como consecuencia del caos desatado por el final del Imperio otomano, después de la Primera Guerra Mundial. Décadas más tarde, en los años setenta y ochenta, Venezuela atravesaba uno de sus mejores momentos gracias al petróleo. En contraste, Siria vivía tiempos difíciles, lo que generó una nueva gran migración de sus ciudadanos a buscar oportunidades en estos lares. Hace diez años el Instituto de Estadística de Venezuela calculó que un millón de venezolanos descienden de sirios, como quien años más tarde sería el vicepresidente, Tareck El Aissami.

Mientras tuvo en el poder, Hugo Chávez mantuvo y promovió una relación estrecha con Siria y su líder, Bashar al-Assad. Envió buques cargados de petróleo a puertos sirios, pese a las sanciones internacionales, y organizó vuelos directos entre Caracas y Damasco. Visitó varias veces Siria para consolidar alianzas.

El Aissami fue el primero pero no el único sirio-venezolano en la cúpula del régimen del vecino país. El ministro de Transporte, el jefe de la Policía Nacional, así como varios generales en cargos claves de las Fuerzas Armadas empezaron a tener un papel determinante dentro de los planes de expansión de Hizbolá en Latinoamérica.

En parte, los sirios de origen venezolano que viven en Sweida decidieron abandonar Venezuela por la grave situación económica, aunque mantienen negocios y propiedades.

Sweida es además la localidad originaria de importantes funcionarios de origen sirio como El Aissami y el narcotraficante convicto Walid Makled. Según información suministrada por Makled a la DEA, durante años El Aissami y su clan comenzaron a adquirir propiedades y vehículos en esa ciudad, para crear una especie de centro de operaciones para la eventualidad de la caída del régimen chavista, al menos desde 2009.

Según fuentes federales en Miami, Makled detalló que El Aissami construyó en Sweida un gran complejo habitacional con una veintena de vehículos, que puso bajo control de miembros de su confianza de su clan familiar, con dineros de contratos gubernamentales y producto del pago de comisiones.

Más recientemente, según un informe de inteligencia conocido por Primer Informe, Tareck El Aissami ha conformado su propia milicia que lo protege en cualquier lugar de Venezuela adonde se moviliza, con mercenarios traidos de Siria. En vuelos secretos, El Aissami ha reunido a un grupo posiblemente de 200 hombres, todos pagados con recursos de la corrupción, el lavado de dinero, el llamado oro de sangre y el narcotráfico, para proteger a él y a su clan druso-venezolano en el país.

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