Artistas e intelectuales cubanos lograron sentarse a dialogar con el gobierno en inusual reclamo de libertades. Fueron escuchados, pero a esto ha seguido una fuerte ola de control represivo.
Desde las 10:45 am del 27 de noviembre alrededor de 300 personas, en su mayoría intelectuales y creadores, se congregaron en la Habana, Cuba, frente a la sede del Ministerio de Cultura. Pidieron, en gesto inédito, garantías a la libertad creativa y el cese del acoso por parte de la Seguridad del Estado a artistas independientes, cuyas obras muchas veces contienen agendas contestatarias.
La forma en que la manifestación se organizó es relativamente nueva también: los convocantes usaron WhatsApp, plataforma de creciente uso en Cuba desde el 2018, a partir de la llegada de internet a los teléfonos móviles.
Tras largas horas de espera, 30 de los participantes fueron recibidos por el viceministro de cultura Fernando Rojas, a quien presentarían demandas tales como el derecho a la libertad creativa, y el cese del acoso policial.
“Yo creo que todos estábamos convencidos que había que hacer algo de manera pública y tajante,” comenta por mensajería de Facebook el director de fotografía cinematográfica y abogado Raúl Prado, uno de los que inició la cadena. “Cada cual por su parte mandó mensajes por WhatsApp a varias personas, convocando y explicando.”
Aunque las negociaciones no trascendieron a una segunda reunión, la magnitud y duración de la protesta dan cuenta del empoderamiento en Cuba de nuevas zonas de contestación y disenso.
La oposición en Cuba
Desde el triunfo de la Revolución en 1959, la oposición se ha caracterizado por compartir una agenda que propone, desde una posición de enfrentamiento frontal, el desmontaje del sistema político en curso.
Gran parte de ella se financia con los dineros de los programas de “cambio de régimen” del Departamento de Estado. Muchos de los opositores son recibidos en Washington por políticos cubano-americanos como Marco Rubio y Mario Diaz-Balart, quienes abogan por el embargo económico, en pie desde 1961.
Esta relación de interdependencia con Estados Unidos complica su legitimidad, no sólo con el gobierno de la isla, sino con el pueblo, que mayoritariamente rechaza la intromisión de los Estados Unidos en los asuntos internos del país.
“27N”, tal como le han llamado a esta protesta, es, sin embargo, un movimiento de cosecha propia, resultante más bien las propias dinámicas internas cubanas y de los procesos de liberalización asociados a la reforma económica del 2009, iniciada por Raúl Castro.
En la última década, han proliferado galerías y sedes de teatros en casas y restaurantes privados, lo que posibilita que los artistas puedan gestionar su arte fuera de la institucionalidad.
Algunos de ellos lo han hecho desde posicionamientos disidentes, y el gobierno ha respondido. En el 2018 se publicó un decreto que regula la presentación de trabajos artísticos en espacios independientes. Desde entonces, se han incrementado las protestas a favor de la libertad de expresión.
‘27N’: un disenso diferente
Los sucesos del 27 de noviembre estuvieron inicialmente motivados por el allanamiento, el día anterior, de la casa del artista Luis Manuel Otero Alcántara, líder disidente del Movimiento San Isidro (MSI). Cuando esto sucedió, Otero Alcántara se encontraba en huelga de hambre por siete días en protesta por el apresamiento y sentencia a ocho meses de privación de libertad del rapero Denis Solís, acusado de insultar a un policía.
Tanto Solís como Otero Alcántara han hecho pública su oposición al gobierno de Cuba, al que abiertamente califican de “dictadura.”
Esta semana, la televisión publicitó un video en que uno de los integrantes del MSI pide una intervención militar de los Estados Unidos en Cuba.
Y el 24 de noviembre, tres días antes de la protesta, el Departamento de Estado publicitó información sobre $1 millón para programas que incrementen los derechos civiles, políticos y religiosos en Cuba. No está claro si el MSI recibe algún tipo de financiamiento externo, según el sitio Cuba Money Project, aunque medios oficiales cubanos lo aseguran.
Pero si bien los hechos de San Isidro encendieron la chispa inicial de la protesta frente al Ministerio, entre los manifestantes había sólo unos pocos miembros del MSI. La protesta no tuvo como fin defender la agenda política de aquellos, sino el reclamo amplio de condiciones de libertad para todos los artistas, y en general, la sociedad civil cubana, así como una tregua en el acoso policial a los artistas independientes, según consta en el documento presentado al viceministro, el cual co-redactaron los manifestantes in situ.
Buscaban propiciar cambios en Cuba a través de la negociación – no de la ruptura.
“Un grupo de artistas contestatarios tiene puntos comunes con una masa de creadores… para sentarse a hablar con una institución que nunca ha querido aceptar su existencia. Ese es un hecho histórico y único dentro del espectro cultural e intelectual cubano”, comenta uno de los participantes.
El diálogo roto
El hecho de negociar con el gobierno cubano fue inédito. La respuesta gubernamental final, no lo fue tanto.
El 28 de noviembre, el viceministro compareció en una entrevista en la televisión nacional en la que hizo un recuento de los hechos y ratificó la disposición del Ministerio de Cultura a seguir dialogando.
Pero el resto del programa fue dedicado a desacreditar al MSI, al cual los comentaristas calificaron como un movimiento “mercenario.” Ninguno de los asistentes a la protesta fue invitado.
A una semana de los hechos, el 4 de diciembre, el sitio web del Ministerio de Cultura publicaría la nota: “Rompen diálogo quienes pidieron diálogo”, rechazando las condiciones presentadas por los 30 para el segundo diálogo, entre ellas, la presencia del presidente Díaz-Canel, y la de prensa independiente.
Pero según el periodista Jorge Fernández Era, “el diálogo ya estaba dinamitado” por el programa televisivo en el que se presentara bajo una luz negativa al MSI, y por asociación, a quienes participaron en la protesta.
Más allá de San Isidro
Desde el 27 de noviembre hasta la fecha se han incrementado las detenciones arbitrarias y los arrestos domiciliarios, no sólo a miembros del MSI sino también a los del 27N.
Pero también se han multiplicado los reclamos de cambio.
Un documento publicado el 28 de noviembre y firmado por alrededor de 500 personas reclama el cese de la violencia estatal, el respeto al pluralismo político, y la implementación de un estado de derecho.
Sus suscriptores dan a entender que sus reclamos no tienen nada que ver con Estados Unidos y sus políticas de cambio de régimen. Basan sus demandas, por el contrario, en “la preservación de la soberanía nacional, la independencia y la integridad de la patria.”
El gobierno cubano parece no verlo así. Sitios propagandísticos que funcionan como parte del aparato de control estatal los acusan de ser “pagados por agencias norteamericanas.”
“Desde su mismo origen, la Revolución ha sido objeto de programas de injerencias externas” —opina el cineasta Ernesto Daranas—, “pero meter cada crítica en ese mismo saco la aísla de su propia realidad.”