Un gol de Yuri para los bilbaínos en el minuto 82 elimina a un bravo Granada que fue muy superior en la segunda parte
Habrá final vasca en Sevilla, que se verá invadida por aficionados del Athletic y la Real Sociedad el próximo 18 de abril, en el estadio de La Cartuja. Estaba tan feliz el Granada con su soñado 2-0 que incluso buscaba el tercero después de un segundo tiempo de gran nivel de los andaluces. Carlos Fernández y Germán, de dos remates de cabeza, habían abierto las puertas de la gloria para este bravo Granada. Pero se las cerró de un plumazo Yuri con una gran internada y un disparo que se coló por debajo de Rui Silva en el minuto 82, la primera vez que el Athletic lanzaba entre los tres palos. El sueño le había durado al Granada siete minutos. Al final, las lágrimas inundaron los rostros de unos jugadores y unos aficionados que tuvieron la final muy cerca. Hasta que Yuri apareció. El gol de oro en el tramo final del partido hizo bueno el 1-0 de la ida. El conjunto vasco jugó de manera aceptable en el primer tiempo, para ser luego borrado por un Granada que se marcha de la Copa con la cabeza muy alta y haciendo una gran temporada.
El Athletic tuvo la virtud de reaccionar cuando peor lo tenía. Garitano se la jugó dando entrada a Aduriz y la Copa quiso premiar a uno de sus principales hijos, ese Athletic que ha ganado 23 títulos de Copa y vuelve a una final cuatro años después de la última, en 2015. Sevilla vivirá una histórica final vasca, la primera entre Athletic y Real Sociedad.
Granada y Athletic dirimieron una batalla sin cuartel a las faldas de Sierra Nevada. Olía todavía a la pólvora de los botes de humo y las bengalas encendidas en una previa emocionante cuando los dos equipos empezaron a dejarse el alma en busca de la final de Sevilla. Y hacía frío a la falda de la alta montaña. Y un viento que afectaba a dos equipos marcados por el mismo patrón táctico, anudados a esa defensa de tres centrales que les ha funcionado de forma razonable este año. El Granada sin Soldado, sancionado, fiado a ese buen delantero que es Carlos Fernández. El Athletic con San José y con Vesga en el medio. La falta a Muniain a los cuatro segundos fue todo un presagio.
No hubo ni un minuto de reposo en un carrusel de acciones donde se mezclaban muchas disputas con el balón dividido y una tendencia mutua a jugar en largo. Simplemente era el resultado del juego de dos equipos con mucho miedo a equivocarse. El Granada respiraba con las carreras de Foulquier y el Athletic con las de Williams. El partido se rompía en las piernas de estos dos velocistas. Tuvo más peligro Williams, un tormento para los centrales del Granada, en especial para Germán, al que puso en muchos apuros. El delantero fue protagonista de las mejores acciones en ataque de su equipo. Provocó un peligroso remate sobre su puerta de Víctor Díaz salvado por Rui Silva y todavía lanzó fuera por poco después de un buen contragolpe dirigido por Muniain.
Fueron los resquicios de peligro de un partido sin concesiones, duro y con superioridad de las defensas. Aunque tuvo que ser el propio Williams el que salvó sobre la línea de meta el gol del Granada en un remate de Herrera en la última jugada del primer tiempo. Los andaluces habían chocado una y otra vez con la sólida defensa del Athletic.
Machís había intentado la jugada mil veces en la primera mitad. Nunca le salió. Pero el cero a cero estalló por los aires cuando a los tres minutos de la reanudación el medido pase del venezolano encontró carrete en una fantástica elevación de Carlos Fernández. El remate, inapelable, batió a Unai Simón. El golazo aupó a los andaluces y puso a temblar al Athletic. El escenario de la semifinal cambió de manera radical.
El Granada olió la debilidad de su rival y buscó el segundo gol. Lo encontró en un remate de cabeza de Germán en el minuto 75. El Athletic, noqueado, no se lo creía. Hasta que Yuri entró como un cuchillo en el área andaluza. La puñalada llegó hasta el barrio del Sacromonte. El Athletic había marcado en el que había sido su único disparo a puerta hasta entonces. El Granada lo intentó a la desesperada, pero ya no tuvo fuerzas ni ánimo. “¡Que bote San Mamés!” y “¡a Sevilla, a Sevilla!” gritaron los 1.000 aficionados vascos presentes, felices con una final histórica.