En cuanto las autoridades europeas empezaron a confiscar los activos de lujo de los oligarcas cercanos al presidente Vladimir Putin, un superyate envuelto en misterios comenzó a ser investigado.
De los puertos del mar del Norte en Alemania a la Riviera francesa: es temporada de caza de superyates. En toda Europa, las autoridades buscan las embarcaciones de lujo vinculadas a oligarcas rusos en un intento por infligir penurias a los aliados del presidente Vladimir Putin.
En Marina di Carrara, un pequeño pueblo italiano en la costa toscana, uno de los superyates más nuevos, grandes y caros —el Scherezade—está bajo indagatorias de la policía italiana. Es casi tan largo como un destructor de misiles guiados estadounidense y domina el malecón.
El yate, que el sitio SuperYachtFan estima tiene un valor de 700 millones, tiene dos helipuertos y está cubierto de domos de satélite. Dentro, las fotografías que tomó un exintegrante de la tripulación, muestran que hay una piscina con una cubierta retráctil que se convierte en pista de baile. También hay un gimnasio completamente equipado y grifería bañada en oro en los baños.
En el exclusivo ambiente de los superyates más grandes del mundo (solo 14 tienen al menos 140 metros de largo o 459 pies de eslora), el único cuyo posible dueño nunca se ha identificado públicamente es el Scheherazade. Eso ha invitado a la especulación de que podría pertenecer a un multimillonario del Medio Oriente o a un ruso muy influyente, incluso a Putin.
El capitán de la embarcación, el británico Guy Bennett-Pearce, negó que Putin sea o haya sido el propietario o hubiera estado alguna vez en el yate. “Nunca lo he visto. Nunca me he encontrado con él”, dijo. Añadió, en una entrevista telefónica desde el yate, que su dueño no se encontraba en ninguna lista de sanciones. No descartó que la persona pudiera ser rusa, pero no quiso decir nada más sobre la identidad del propietario y refirió un “hermético acuerdo de confidencialidad”.
El capitán Bennett-Pearce dijo que el viernes habían subido a bordo investigadores italianos y que habían examinado algunos de los documentos de certificación del barco. “Están mirando mucho. Están mirando todos los aspectos”, dijo. “No son los policías locales que vienen, son hombres con traje oscuro”. Una persona con conocimiento del asunto, que habló con la condición de permanecer anónima porque no tenía autorización para discutir el tema, confirmó que la policía financiera italiana había abierto una indagatoria.
La noche del lunes, el capitán Bennett-Pearce dijo que “no tenía otra opción” que entregar los documentos que revelaban la identidad del dueño a las autoridades italianas. Dijo que lo haría el martes y que le habían asegurado que se manejarían con “confidencialidad”.
“No tengo ninguna duda en absoluto de que esto limpiará a la embarcación de todos los rumores y especulaciones negativas”, escribió en un mensaje a un periodista de The New York Times.
El misterio por el propietario del yate surgió debido a que —incluso en el mundo hiperconfidencial de los superyates— hay un grado de secretismo bastante inusual en torno a esta embarcación. Los contratistas y los miembros de la tripulación no solo firman acuerdos de confidencialidad, como en muchos superyates, sino que el barco también tiene una cubierta para ocultar su placa de identificación. Y cuando llegó por primera vez al puerto, los trabajadores erigieron una alta barrera metálica en el muelle para ocultar parcialmente el yate de los espectadores. Algunos lugareños comentaron que nunca habían visto algo así en otros barcos.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dio a conocer la semana pasada una fuerza de trabajo conjunta con el Reino Unido y la Unión Europea para ubicar activos, incluidos yates, que pudieran ser propiedad de oligarcas cercanos a Putin y enfrenten sanciones en respuesta a la invasión rusa de Ucrania. Se han impuesto sanciones a cientos de personas, y las listas siguen aumentando.
La semana pasada, las autoridades francesas incautaron el yate Amore Vero cerca de Marsella cuando se preparaba para zarpar, con el argumento de que su dueño estaba en la lista: Igor Sechin, líder de la petrolera estatal Rosneft. En Italia, la policía de San Remo confiscó el Lena, un yate propiedad de Gennady Timchenko, un amigo de Putin que controla una empresa exportadora de petróleo. En la cercana Imperia, la policía también confiscó el Lady M, un yate que pertenece a Alexei Mordashov, el hombre más rico de Rusia. No se sabe el destino que tendrá el Dilbar, uno de los yates más grandes del mundo, y que Estados Unidos asegura es del oligarca Alishr Usmanov. Se encuentra en Hamburgo y los funcionarios alemanes dijeron que la embarcación no podría salir sin una dispensa de exportación, reportó Bloomberg News.
Algunos de los superyates más grandes son propiedad de rusos que no se encuentran en la lista de sanciones. El segundo más grande del mundo, Eclipse, que tiene un sistema de defensa antimisiles y un minisubmarino, es propiedad de Roman Abramovich, el multimillonario que está vendiendo su participación en el club de fútbol británico Chelsea. Andrey Melnichenko, un magnate del carbón multimillonario, es propietario del yate de vela A.
Es difícil determinar quién es dueño de los activos que los ricos quieren mantener en secreto, sobre todo si no se cuenta con una orden judicial, pues por lo general estos activos suelen estar resguardados por banqueros privados y abogados, y escondidos en empresas pantalla en paraísos fiscales en el extranjero. El Scheherazade lleva bandera de las Islas Caimán y su propietario, Bielor Assets Ltd., está registrado en las Islas Marshall. La compañía administradora del yate, que según el Capitán Bennett-Pearce también está registrada en las Islas Caimán, trabaja desde el barco y usa su villa de alquiler en las cercanías de Lucca como dirección.
Un sitio de la industria, que se autodenomina como “la autoridad global de los superyates”, segura que el dueño de la embarcación “se sabe que es un multimillonario del Medio Oriente”, El Scheherazade es tocayo de la protagonista que contaba historias en Las mil y una noches y en una ocasión, en septiembre de 2020, se aventuró fugazmente en el mar Rojo, al visitar el puerto egipcio de Hurgada. Pero por lo general se queda en Marina di Carrara, donde ha estado atracado desde septiembre pasado.
Los vecinos locales tienen su propia hipótesis sobre a quién pertenece el yate. Algunos han escuchado que la gente a bordo habla ruso. Y Scheherazade también es el título de una sinfonía del compositor ruso Nikolai Rimsky-Korsakov.
“Todos le dicen el yate de Putin, pero nadie sabe de quién es”, dijo Ernesto Rossi, un dependiente retirado que el viernes paseaba por el malecón de la marina. “Es un rumor que ha estado circulando durante meses”.
En Italia, la frase “yate de Putin” se ha convertido en la abreviatura de una embarcación misteriosa y ultralujosa. También es un chiste entre decenas de integrantes de la tripulación, dijo el capitán Bennett-Pearce. “He escuchado los mismos rumores”.
Otro barco más pequeño, el Graceful, hace tiempo que ha sido vinculado al presidente de Rusia y se conoce como “el yate de Putin”. Fue rastreado cuando abandonó Alemania rumbo al puerto ruso de Kaliningrado a pocas semanas de la invasión a Ucrania. (Funcionarios estadounidenses notan que es poco lo que Putin posee abiertamente; muchos de los barcos o casas de lujo que usa son propiedad de oligarcas).
Putin parece tener predilección por los grandes barcos recreativos. Durante su mandato como líder de Rusia, ha sido fotografiado en yates desde el norte de Rusia hasta el mar Negro en el sur. En mayo pasado, él y Alexander Lukashenko, el presidente de Bielorrusia, hicieron un crucero en un yate en la ciudad turística de Sochi, en el mar Negro.
El constructor del Scheherazade, el Grupo Lurssen, cuya página web promete a los clientes “total confidencialidad”, no quiso hacer comentarios sobre su pertenencia. Hasta junio de 2020, cuando la embarcación terminada salió del muelle en Bremen, Alemania, tenía el nombre clave de “Relámpago”. La misma empresa construyó el Dilbar, un superyate que es aún más grande. Un yate de proporciones similarmente gigantescas, de nombre clave “Luminance” ahora está en construcción en Lurssen y se proyecta que estará terminado el próximo año.
“Por supuesto, todos los pedidos y proyectos del Grupo Lurssen y sus subsidiarias son manejados de acuerdo a las leyes y regulaciones aplicables”, dijo Oliver Grun, un vocero de la compañía.
Alrededor del 70 por ciento de la tripulación del Scheherazade es rusa, dijo el capitán Bennet-Pearce. Y en los dos veranos pasados ha zarpado hacia Sochi; la última vez fue a principios de julio de 2021, según MarineTraffic, uno de los principales proveedor de datos de análisis marítimo. La construcción del barco fue gestionada por Imperial Yachts, una compañía de Mónaco que, según informó Reuters, administra el Amore Vero, el yate confiscado de Sechin. Nick Flashman, que supervisa la construcción de grandes embarcaciones en Imperial Yachts, se negó a comentar.
Un exintegrante de la tripulación, que habló con la condición de permanecer en el anonimato debido al acuerdo de confidencialidad, dijo que sus colegas le decían “el yate de Putin”. La persona dijo que la embarcación estaba tripulada por un equipo internacional cuando era época “sin jefe” y que cuando era temporada “con jefe” la tripulación era remplazada por personal totalmente ruso. En las semanas previas al viaje del Scheherazade al mar Negro en 2020, la tripulación extranjera fue despedida, dijo esta persona.
El exintegrante de la tripulación mostró fotos de listado tanto de integrantes rusos como extranjeros del personal. El Times contactó por redes sociales, teléfono o correo electrónico a al menos 17 de estas personas. Muy pocas respondieron.
Uno de los rusos solo dijo que había trabajado en Scheherazade, citando un acuerdo de confidencialidad. Otra persona dijo que sería peligroso hablar. Un hombre negó haber trabajado en el barco; otro dijo que no había trabajado en el mar en 25 años.
El capitán Bennet-Pearce comentó “categóricamente no hay una tripulación europea que suba y una tripulación rusa que suba”. Muchos de los altos oficiales del yate son de Gran Bretaña, Nueva Zelanda y España. Muchos de los tripulantes internacionales fueron despedidos en 2020 y remplazados por rusos que no pedían los altos salarios y prestaciones que sí pedían sus antecesores, dijo el capitán. “Fue un asunto económico”, comentó.
Dada la antipatía que la gente fuera de Rusia siente hacia Putin, dijo el capitán Bennet-Pearce, si el presidente ruso realmente fuera el propietario o el principal usuario del yate, no tendría sentido que hubiera tripulantes de alto rango como él, que no son rusos.
“Si hay una tripulación europea a bordo es la mayor cortina de humo y el mayor riesgo del que he tenido noticia”, dijo.
Colaboraron con la reportería Dmitriy Khavin, Christoph Koettl, Julian E. Barnes, Jason Horowitz, Rebecca R. Ruiz y Eric Schmitt.
Michael Forsythe es reportero del equipo de investigación. Anteriormente, fue corresponsal en Hong Kong, donde cubrió la intersección entre el dinero y la política en China. También ha trabajado en Bloomberg News y es veterano de la Marina de los Estados Unidos. @PekingMike
Gaia Pianigiani es una reportera de The New York Times que reside en Italia. @gaia_pianigiani
David D. Kirkpatrick es un periodista de investigación que reside en Nueva York y es autor de Into the Hands of the Soldiers: Freedom and Chaos in Egypt and the Middle East. En 2020 compartió un premio Pulitzer por reportar sobre la injerencia encubierta de Rusia en otros gobiernos y como jefe del buró en El Cairo entre 2011 y 2015 dirigió la cobertura de los levantamientos de la Primavera Árabe. @ddknyt • Facebook