Por: Jogli Vera
Los zulianos aún llevan en su memoria el oscuro recuerdo de un periodo de abandono y maldad bajo un gobierno regional que se dedicó a destruir y desatender a sus casi cinco millones de habitantes. Desde la invasión de Henry Morgan en 1669 hasta el abandono de los últimos años, el Zulia ha enfrentado numerosos desafíos, pero nunca había vivido una desolación tan profunda.
Este afán de destrucción contó con la colaboración, ya fuera intencionada o no, de personas en puestos de responsabilidad que antepusieron sus intereses personales a las necesidades urgentes de la población. Los estragos siguen frescos en la mente de quienes sufrieron la falta de atención médica y la devastación de los hospitales, donde el 94% de ellos estaban inactivos.
Los niños y jóvenes, por su parte, vieron interrumpida su educación por el deterioro de las escuelas y la crisis económica que llevó a muchos a trabajar desde temprana edad. La escasez de servicios básicos, como electricidad, agua y transporte, se convirtió en una constante en la vida diaria.
La inseguridad también aumentó, con bandas delictivas que azotaron la región, dejando un rastro de violencia y miedo. La ONG Civilis Derechos Humanos documentó una emergencia humanitaria compleja, donde el 89% de la población carecía de atención médica adecuada y el 70% de los quirófanos estaban fuera de servicio.
La educación sufrió un golpe devastador, con un 70% de ausentismo estudiantil debido a la falta de recursos y la infraestructura en ruinas. Las familias luchaban diariamente por obtener alimentos básicos, haciendo colas interminables en supermercados y enfrentando la escasez.
A pesar de esta devastación, el Zulia ha comenzado a resurgir. Desde diciembre de 2021, el gobernador Manuel Rosales ha emprendido el rescate de la región, buscando recuperar su esplendor y devolver la esperanza a su gente. Hoy, el Zulia renace con más ímpetu que nunca, dejando atrás los estragos del pasado.
