Por Alfredo Alvarez
Confieso que construir ese relato diario integrado por esas lacerantes expresiones de ignorancia, dolor, irrespeto por la humanidad, odio y prejuicio es un esfuerzo que me fatiga y reduce.
Resulta muy difícil asumir, entender y tolerar, como personas de nuestro entorno, humanos iguales a nosotros – en apariencia- pueden favorecer con su apoyo y opiniones esa cruzada de dolor y muerte que asola Ucrania.
Mirar la magnitud de esa horrible pesadilla con el rigor metodológico de un análisis binario o monocolor, es un acto suicida e idiota.
Escudarse, en las posiciones de lo políticamente correcto, es inútil, vacuo y vergonzoso. Apelar al catecismo de las ideologías, es una intolerable muestra de cobardía civil y abyecta hipocresía.
La guerra es un invento del diablo para incrementar su capital político y en su desarrollo, nadie gana, todos perdemos. Solamente él, es quien obtiene pingues dividendos en sus haberes de destrucción y muerte.
Observar, sin apreciar como lo peor y mas oscuro del ser humano, brota como una expresión victoriosa, que reclama triunfo y halago,por lo acontecido en Ucrania, es un retroceso miserable a etapas de la historia humana ya superada.
La ferocidad primitiva de un hombre como Vladímir Putin, solo es superada por la omisiva conducta de los lideres de occidente. Una triste cobardía disfrazada de corrección política. Miro los eventos y asumo que no se hace lo suficiente para detener ese horror.
Veo a los acólitos del mandante, intentar dar forma, a una sinuosa excusa, esa misma que favorezca el atropello vil, y siento verguenza por el género humano.
Al parecer no fue suficiente el castigo que nos infligió la pandemia de la COVID-19, hace falta mas dolor, y más estupidez junta para reducir la especie humana a los ámbitos del pleistoceno.
Por fortuna, hay algo que se llama historia, y su juicio es implacable. Lamentablemente un consuelo en diferido. Esto produce fatiga moral, y esa condición, no se supera con facilidad.
AAA