Un día después del fraude electoral cometido por el régimen de Nicolás Maduro, las imágenes del derribamiento de las estatuas de Chávez en diferentes regiones del país acapararon la atención de los principales medios de comunicación a nivel internacional. La destrucción de las estatuas del exmandatario en manos de manifestantes, producto del descontento político generalizado, marcó para muchos la muerte simbólica del culto al líder bolivariano.
Sin embargo, ayer miércoles 14 de agosto, el periodista venezolano Miguel Henrique Otero, director del periódico El Nacional, publicó un tweet en el que señalaba que una fuente de inteligencia le informó que Maduro sería el verdadero responsable del derribamiento de las estatuas de Chávez, “tratando de que los chavistas que dicen que Maduro traicionó el legado de Chávez se sensibilizaran en favor de él”, escribió Otero.
A este respecto, resulta al menos llamativo cómo el gobierno venezolano, que hoy sobrevive gracias a su enorme aparato represivo y al miedo que ha intentado propagar entre la población, ha sido incapaz de detener el destrozo de las estatuas del expresidente Hugo Chávez. Sobre todo tomando en cuenta que no es la primera vez que manifestantes proyectan su descontento en contra del imaginario chavista.
Tras las declaraciones de Maduro en las que aseguró que el ataque a la figura del “mejor presidente que ha tenido Venezuela en 150 años” fue promovido por “la violencia extremista”, refiriéndose a la oposición liderada hoy por González y Machado, no resultaría descabellado pensar en la posibilidad de que todo haya sido una gran maniobra política de Maduro para generar enfrentamiento y resentimiento en la Venezuela menos polarizada que ha existido.
Un discurso de enemistad y rencor entre venezolanos, propio del chavismo, que más allá de su ideología destaca por ser un movimiento sentimental, casi mesiánico, del que Maduro ha intentado vivir mientras provocaba un colapso económico, social y demográfico en el país.
Así, con decenas de muertos en las calles, más de 1.390 detenciones arbitrarias y la imagen de la última figura de Hugo Chávez custodiada por unos 100 militares, todo parece indicar que como concluye Otero en su tweet, “puede ser…”; pues claro está que recursos para la represión y la protección de dichas estatuas nunca le faltaron al régimen.
De cualquier manera, haya sido una estrategia de Maduro o no, la cuestión de las estatuas marca sin duda el fin del chavismo, ya sea por el rechazo de los manifestantes a la figura del líder bolivariano y a su proyecto, o bien por la necesidad de Maduro de recuperar urgentemente el apoyo de los seguidores de Chávez descontentos con el gobierno tras su evidente fracaso electoral.
En consecuencia, la imagen viral del martillo y del resto de estatuas de Chávez derribadas no son más que el símbolo que acompaña la verdadera lucha de los venezolanos por el cambio. Una lucha pacífica y “hasta el final”, como repite constantemente la líder de la oposición, María Corina Machado, quien asegura que Edmundo González tomará posesión como presidente de Venezuela el día 10 de enero de 2025.