miércoles, noviembre 20, 2024
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Nuestras casas muertas

Manuel Eugenio Colina

A veintisiete pasos del “Palacio de los Cóndores”, desde donde despacha Manuel, a quien le confié mi voto para que hiciera del Zulia “un jardín de Rosales”.
A cuarenta y tres pasos de la Alcaldía de esta tierra “muy noble y leal”, como la define su Escudo de Armas, que se ufana – así lo pregona a los cuatro vientos una gaita- “de contar con el calor y la gente de más alta calidad”.

Y lo que es más grave: a un Gloria Patri de la Catedral de Maracaibo, o sea en el poco tiempo que se invierte para darle “Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén”.

Entre esas coordenadas, agoniza una de las casas que fueron sentenciadas a desaparecer cuando Rafael Caldera firmó el decreto para la “Remodelación del Barrio El Saladillo”, el 20 de marzo de 1970.
El estado venezolano canceló el costo de esos inmuebles a sus propietarios, por lo cual pasaron a ser patrimonio de todos los zulianos.

Sin embargo, a pleno sol, a más de medio siglo de proclamada su demolición permanecen como monumentos a nuestra indolencia, apuntalados por la desidia de nuestros gobernantes, convertidos en aliviadero de los esfínteres de borrachines y gente de mal vivir.

Como católico asumo parte del “mea culpa” por tolerar semejante ofensa a nuestro regionalismo y como penitencia evitaré transitar por el frente de estos escombros que, a través de las cuencas vacías de sus ventanas nos lanzan miradas de reproche. Sus paredes están hechas de “piedras de ojos”.

Manuel Eugenio Colina, egresado de LUZ, miembro del Colegio Nacional de Periodistas, ha sido corresponsal de prensa extranjera, director de diarios regionales y productor de varios programas de opinión en la TV y Radio.
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