Más que a una nueva normalidad, parece que vayamos a una normalidad a medias, porque a la vuelta todo irá a media máquina durante un tiempo. En el mejor de los casos.
Se escuchan en estos días a varios consultores, cuyas compañías asesoran grandes empresas y multinacionales, que sus clientes están tratando de prepararse para un mundo que desconocen por completo. Todavía ni siquiera se aventuran a descifrar cómo será el mundo pos Covid-19. Se conforman con prepararse para el mundo post confinamiento, en el que previsiblemente habrá que convivir durante meses con el coronavirus. Como hipótesis de trabajo, plantean un mundo medio normal en el que iremos a bares, pero menos, e iremos de compras, pero menos. Y más que a una nueva normalidad, parece que vayamos a una normalidad a medias, porque a la vuelta todo irá a medio gas durante un tiempo. En el mejor de los casos.
La gran duda que tratan de dilucidar ahora las empresas para ese mundo post confinamiento es más antropológica que econométrica. Siguen creando tablas de Excel y curvas de consumo que comparten en sus pantallas durante las videoconferencias en las que, por cierto, todo el mundo es puntual ahora que los atascos ya no sirven de excusa. Pero reconocen que la gran incógnita de fondo de la que dependen todas las proyecciones no aparece en ninguna fórmula matemática: ¿cuánto va a cambiar la vida de la gente cuando volvamos a salir de casa? ¿Será seguro ir en avión? ¿E ir al cine? ¿Y a un centro comercial?
Nunca hemos vivido este nivel de incertidumbre empresarial (ni vital). Ya no solo es que no sepamos cuándo podremos volver a salir a la calle, porque, dentro de lo malo, para eso sí se pueden preparar diferentes escenarios. La fecha no la sabremos seguro, pero sabemos que llegará. El verdadero problema es lo que no sabemos. Y no se puede hacer un modelo de análisis en el que todas las variables son una incógnita: la regulación, los horarios, la cadena de suministro, la oferta y la demanda. Todo está en el aire.
Los bares, los cines y los hoteles no saben cuánta gente van a poder albergar dentro ni a qué precio será viable su servicio. Algunos preparan escenarios a media máquina, en los que empezar abriendo solo las terrazas y media Santamaría para garantizar la seguridad en la primera ola de aperturas. Las empresas en el mundo, miran a Italia de reojo, que ya está preparándose para esa primera fase de apertura, en la que los espacios públicos estarán milimétricamente pautados. El primer mandamiento, evitar aglomeraciones. El segundo, la higiene: desinfectar todo, y a cada rato. También hay comercios de todos los sectores barajando habilitar franjas de horarios seguros para los clientes (como ahora están haciendo algunos supermercados), aunque ni siquiera es seguro cuándo podrán salir de casa después de que se levante el confinamiento.
Entre las hipótesis para que se vayan preparando las empresas a las re-aperturas en progresiva vuelta a la normalidad, está también la preocupación por cómo afectarán al negocio las medidas de seguridad e higiene que habrá que incorporar en la rutina. Desde tomar la temperatura a todos los que entran a un establecimiento a gestionar sistemas de espacio de más de un metro para pagar o ir al baño.
Las cadenas de restauración, por ejemplo, están buscando la forma de que tanto empleados como clientes mantengan siempre la distancia de seguridad. Eso, en muchos casos, requerirá reacondicionar los locales enteros. Por lo que poco a poco los sectores que trabajan de cara al público se van haciendo a la idea de que la apertura no será inmediatamente posterior a que lo permita el Gobierno, ya que tendrán que emplear un tiempo en adaptarse con unas reformas operativas cuya provisionalidad desconocen. La reacción de la clientela también es una incógnita:
- ¿las estrictas medidas de seguridad agobiarán o atraerán más a la gente?
La variable emocional es otra de esas que cuesta incluir en los pronósticos. No hay encuesta que pueda anticipar cómo se va a sentir la ciudadanía el mes que viene. Ni el año entrante.
Son muchos los sectores que manejan unas cuotas de incertidumbre desconocidas en anteriores crisis. Las aerolíneas no saben ni cuándo se reabrirán las fronteras internacionales para operar con normalidad, ni siquiera quién tendrá permitido volar (¿exigirán algunos países certificados de inmunidad?) ni cuántos pasajeros cabrán abordó de forma segura (manejan, igual que en los cines, la posibilidad de dejar un asiento de separación como distancia social forzosa); otro sector, el de las tiendas de ropa, no sabe si este verano venderá más biquinis o pijamas, dependiendo de cuántos países sigan confinados.
La mayoría de empresas textiles están cancelando todos los contratos con proveedores, no solo porque no saben qué ropa venderán en otoño, tampoco en qué países la fabricarán ahora que el Covid-19 se va extendiendo por todo el mundo. Y el sector de alimentación, que teóricamente sigue operando con normalidad pese al estado de alarma por ser considerado esencial, vive también mucha incertidumbre: al campo le falta la mitad de mano de obra para recoger los cultivos.
Turismo: el Covid impacta casi 10 veces más que la crisis de 2008.
El primer balance de la Organización Mundial del Turismo estima, provisionalmente, que los viajes se reducirán un 30%, frente al 4% que se retrajeron tras la última crisis económica
El caso del turismo es uno de los más dramáticos, imaginarse a medias todos los establecimientos puede parecer preocupante. Pues ese es el escenario más optimista. El de los hoteles medio llenos. El pesimista no es el que los ve medio vacíos, sino vacíos del todo. Todavía no saben calcular las empresas del sector cuántos de los 80 millones de turistas que solían visitar determinados centros turísticos cada año van a seguir confinados en sus propios países ni durante cuánto tiempo. Ni sí, de poder viajar, elegirían a Europa o a USA uno de los países que, junto a Italia, más afectado está en estos momentos por la pandemia. Pero ahora ponerse en el peor de los escenarios posibles no es comparar este año con lo peor de la crisis económica de otros años. El escenario más temido es el que compara este ciclo, con lo que sufrieron países como Egipto y Túnez tras la primavera árabe, cuando se desplomó un 98% su negocio. Y eso de medio normal no tiene nada. La opción de tener los hoteles medio llenos ya no suena tan mal.
El empresariado anda ávidos de rumores a los que poder asir sus estrategias, pero la consigna más generalizada es solo hacer caso de lo que salga del Ministerio de Sanidad, que es del que depende todo lo demás. Así que, a la hora de la verdad, todas esas reuniones y videollamadas con recomendaciones para las nuevas estrategias del mundo por confinamiento se basan en generalidades, hipótesis y buenas intenciones: la higiene, la seguridad y la generación de confianza son los nuevos consejos obligatorios para el mundo pos Covid. No aclaran mucho sobre cómo funcionará el mundo, pero ayudan a imaginarse un futuro que nos parezca medio normal.
Coromoto Díaz
Quito-Ecuador