La muerte de los hermanos Sandoval le pone rostro a una tragedia que los expertos en salud advierten desde hace años: los venezolanos fallecen porque no pueden alimentarse
La noticia no sorprende, pero sí duele: dos hermanos murieron consumidos por sus propias entrañas. Los bomberos tuvieron que poner todo su conocimiento y esfuerzo físico para entrar al apartamento en Puente Hierro, donde estaban los cuerpos en estado de descomposición. No son los primeros y lamentablemente tampoco serán los últimos venezolanos víctimas del hambre.
La periodista Lysaura Fuentes fue quien contó, en un hilo en Twitter, el triste caso y le puso nombre a los dos cadáveres casi irreconocibles: Silvia Margarita Sandoval (72 años) y David Sandoval Armas (73 años). Ambos estaban en edades de disfrutar la jubilación, pero, por el contrario, probablemente pasaron sus últimos meses aceptando la irremediable llegada de la muerte.
Decíamos que la noticia no sorprende, porque los expertos desde hace años lo advierten. «Más allá de la escasez y del difícil acceso a los alimentos, hay gente muriendo por desnutrición y esto nos lleva a plantearnos otras urgencias en la agenda. En el momento en el que estamos hay que hacer un balance entre lo importante y lo urgente», dijo la experta en nutrición, Susana Rafalli, durante unas jornadas que organizaba la Universidad Católica Andrés Bello, en 2018. Dos años después, con el agravante del proceso migratorio, lo repitió en El Estímulo: «Venezuela exporta su hambre».
«Los fallecidos presentaban desnutrición proteico calórica. Residían solos en el apartamento», ahondó Fuentes sobre los abuelos fallecidos y de inmediato viene a la mente lo que dijo Emilio Lozada, presidente de la Federación Nacional de Jubilados y Pensionados, en julio de este año: «Cada día (los pensionados) cuentan con menos dinero para comprar alimentos, medicinas, pago de servicios y ahora la compra de recursos como mascarillas ante la cuarentena por la COVID-19».
Y en efecto. Es imposible con menos de un dólar vivir. Lo sabe Félix Valdez, de 71 años, casi la misma misma edad de los fallecidos. Come arroz blanco sin proteína, aún cuando cobra su pensión: “Eso es mentira que con Bs. 400.000 voy a poder comprar carne, pollo, pescado o cualquier otra cosa para acompañar el arroz o la pasta. Si usted divide el monto de la pensión en los 30 días del mes, en promedio, son como Bs. 13.000 diarios y solo un pasaje mínimo en el transporte público cuesta Bs.20.000”.
Lo que dice Valdez se resume en el último informe de la ONU sobre Venezuela: casi un tercio de la población (un 32,3%) padece inseguridad alimentaria y necesita ayuda.
Pero el chavismo dice que no, que eso es un montaje de la oposición. Que si hay penurias es por culpa de Juan Guaidó, Leopoldo López, Iván Duque o el último militar entrenado por John James Rambo. Recientemente, por ejemplo, Maduro decretó que la Navidad se celebraría en octubre. Su séquito aseguró que habría pernil hasta 2021. Para los hermanos Sandoval, sin embargo, octubre fue el mes de su agonía.
Porque morir de hambre no es cualquier muerte. Según Acnur, una persona puede vivir dos meses sin probar bocado. En la última fase, según los expertos, las células del cuerpo descomponen sus propias proteínas en aminoácidos que el cerebro devora. Se le llama catabolismo: el cuerpo se come a sí mismo desesperado por conseguir la gasolina que necesita.
Es horrible e indigna. Y así lo manifestamos en Twitter. A las 9 de la noche, Puente Hierro era una tendencia en la red social. Se ubicaba en el puesto diez. Una hora después, ascendía al quinto lugar. Probablemente al leer estas líneas ya esté de primera. Es natural que nos moleste. Somos humanos porque precisamente nos sentimos derrotados y luego nos levantamos. Pero, ¿eso es todo lo que podemos hacer? ¿Revisar el celular a la espera de que otra nueva desgracia sea tendencia? Quisiera responder que no. Quisiera.