La Policía de la capital de Antioquia identificó 20 puntos neurálgicos de explotación sexual en la ciudad. El Plan ‘Valle de Aburra Segura’ busca frenar este y otros delitos.
Provenza, Medellín. Son las 2:30 de la madrugada y la rumba ha cesado, como los clientes. Natalia y sus amigas no lograron hacerse a uno de los hombres que llegan allí a pagar por sexo y saben que, antes de que amanezca, tienen que recaudar la cuota para el ‘Flaco’.
Son 60 dólares, al cambio, 246 mil pesos colombianos. Él les da la “oportunidad” de que los reúnan por parejas. Así, este proxeneta se llevará mínimo 730 mil pesos. Es como funciona el negocio de la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes en 20 puntos identificados por la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá.
Natalia apenas ha cumplido los 16 años y su propia mamá empezó a explotarla cuando tenía 12. Son largos 4 años de vejámenes, algunas cicatrices de heridas en peleas con los hombres que se niegan a pagar el “servicio”, y secuelas del Tusi, o el bazuco que consume para que su “trabajo”, como se lo han hecho entender los proxenetas, sea más leve.
Cuando no hay para comprar droga buena, el pegante en una bolsa es la única opción. Y es que no es mucho lo que le queda cada noche, teniendo en cuenta que solo le corresponden 20 dólares (cerca de 82 mil pesos), si logra un servicio.
Ella ha sido rescatada cuatro veces. La Policía ha iniciado el trámite de restitución de derechos, como en esta oportunidad, pero las redes de trata y explotación y la misma crisis social en la que nació Natalia y las otras niñas, llevan a que termine nuevamente en la calle.
Parece la secuela de la película de los años 90 ‘Rodrigo D, no futuro’.
Pero es que estas niñas si tienen futuro. Valentina es uno de los casos exitosos de rescate, tras ser explotada por años y ella misma convertirse en proxeneta de sus compañeritas de colegio.
“Toqué fondo, pero había una mano para levantarme”, dice con una clara madurez, a sus escasos 17 años. La Policía de Infancia y Adolescencia de Medellín logró rescatarla y se encargó de que una Ong internacional la apoyara para que tuviera su propio emprendimiento con la venta de ropa. Una niña menos en las manos de los depredadores.
Las autoridades han identificado 20 puntos neurálgicos para la explotación sexual, incluyendo el Parque Lleras, el Parque Berrio, Provenza, la 70 en Laureles y la 45.
Termina siendo desconsolador ubicarse en alguno de estos puntos, especialmente en los alrededores del Museo de Antioquia, en la Plaza Botero y ver la caminata, sin rumbo, de niñas y adolescentes que no pasan la mayoría de edad, ataviadas en cortos vestidos y tacones de difícil manejo y con maquillajes que les ayudan a disimular su puericia.
Un drama que no es nuevo. Hace exactamente 11 años, cuando EL TIEMPO hizo un reportaje sobre la trata de mujeres y la venta de virginidades en Medellín, el Parque Berrio lucía igual. Niñas a la espera de un explotador, mientras hundían su boca y su nariz en una bolsa plástica con restos de pegante Boxer.
Una década después la explotación no solo se ve en la calle. Los proxenetas camuflados en TikTok o en muchos de los spa que ofrecen “masajes relajantes tántricos y happy end” tienen un portafolio para sus clientes.
Así que tras el escándalo desatado el pasado mes de abril, cuando el estadounidense Timothy Alan Livingston fue sorprendido con dos menores en el hotel Gotham, en el sector de Provenza, el tema volvió a la escena pública y las autoridades lanzaron una ofensiva contra las redes que abusan de las niñas.
El actuar de la Policía
Pero, no es fácil. Los investigadores de la Policía Metropolitana han logrado conectar el entramado criminal que suma a la explotación sexual el narcotráfico, el sicariato, las bandas dedicadas al hurto y la trata de personas, con explotadores extranjeros y poderosas organizaciones. Una multinacional de delincuentes.
El coronel Mauricio Rodríguez, comandante operativo de la Policía en Medellín señala que el plan lanzado en las comunas para identificar y contener el crimen dejó al descubierto varias problemáticas, manejadas por las mismas redes: la instrumentalización de ciudadanos venezolanos, la indigencia de mujeres y niñas de comunidades Emberá y el uso de motos para cometer los delitos.
“Nuestro objetivo es actuar contra las cadenas de control criminal y por eso lanzamos el Plan Valle de Aburrá Segura, que ha dejado hasta el momento más de 20 personas capturadas en flagrancia por el delito de demanda de explotación sexual con menor de 18 años, entre ellas 10 extranjeros, otras 52 capturas por delitos sexuales con menores de edad y 92 más por delitos de hurto y narcotráfico”, señala el general Óscar Lamprea, comandante de la Policía de Medellín.
Él decidió recurrir a la prevención para enfrentar a los criminales. Hay miles de volantes circulando por Medellín, como en la época más dura del narcotráfico, con los nombres y las zonas donde operan las bandas. La Terraza, La Raya, Los Robledos y La Vuelta (de venezolanos) se han repartido las zonas y controlan la venta de ‘perico’ (90 mil la papeleta) y Tusi, que se consigue en 60 mil.
Además, la cooperación con agencias de Estados Unidos han permitido detectar a muchos hombres que viajan a Colombia no solo de vacaciones.
Las capturas Dominick Divencenzo, pensionado de la Armada estadounidense, y el policía activo de la ciudad de Nueva York, Angad Amit Beharry, son solo un ejemplo de los alcances que tienen las redes para atraer a los explotadores.
Por ahora, el plan avanza y ha logrado contener estos crímenes, pero las redes siguen moviéndose para mantener su negocio, lo que implica más niñas explotadas.