viernes, noviembre 22, 2024
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Se busca rastreador de contagiados

Decenas de miles de personas en todo Estados Unidos se han postulado para llamar por teléfono a desconocidos que pueden haber estado expuestos a la COVID-19. Así es el trabajo.

Por Jacey Fortin

Cuando Jessica Jaramillo llama a alguien para hablar sobre el coronavirus, generalmente comienza diciendo algo así:

“Hola, mi nombre es Jessica. Llamo de parte del Departamento de Salud Pública de San Francisco. Soy miembro de un equipo de seguimiento de contactos, y nuestro trabajo es llegar a las personas que han tenido contacto cercano con alguien a quien se le ha diagnosticado la COVID-19”.

Jaramillo, de 41 años, quien en tiempos ordinarios es gerente de distrito de la Biblioteca Pública de San Francisco, ha hecho decenas de esas llamadas hasta ahora, todas en español. Ella comenzó a hacer rastreo de contactos este mes.

Jaramillo es una de las más de 11.000 personas en Estados Unidos que están llamando a la gente para darles consejos sobre cómo contener la propagación de la COVID-19, según una encuesta realizada por NPR. (Es probable que ese número haya crecido desde que el sondeo se realizó por primera vez, en abril).

El cálculo de la cantidad de personas que se necesita en todo el país para seguimiento de contactos varía de 100.000 hasta unas 300.000.

El trabajo se realiza principalmente por teléfono y puede hacerse desde casa. Puede ser a tiempo completo o parcial, a menudo con un salario de 17 a 25 dólares por hora; algunos incluyen prestaciones. Difieren de un lugar a otro, en parte, porque los esfuerzos de capacitación y reclutamiento han recaído en los gobiernos estatales y locales (y algunos de los programas ya han tenido problemas, tanto prácticos como políticos).

A medida que las comunidades comienzan a abrirse y más personas se aventuran fuera de sus casas, se espera que el trabajo se vuelva más crucial, y más difícil.

“Si puedes hacer seguimiento de contactos, puedes localizarlo antes de que se propague en una comunidad como un incendio”, dijo Jaramillo. “Entonces estás salvando a la abuela de alguien, o a su tío”.

Como funcionaria pública que se había inscrito para trabajar en caso de desastre, Jaramillo estaba lista para servir a su comunidad en caso de, digamos, un terremoto. No esperaba una pandemia.

Las conversaciones telefónicas de Jaramillo se desarrollan de acuerdo a las necesidades de las personas del otro lado de la línea. Si necesitan hacerse la prueba de la COVID-19, ella los puede remitir a una cita. Si tienen síntomas, les puede recomendar aislamiento. Si les preocupa la supervivencia en cuarentena, puede conectarlos con servicios de entrega de alimentos.

Y si les preocupa su privacidad, Jaramillo les garantiza que su información está segura. Su capacitación incluyó una introducción a las regulaciones federales que protegen la información confidencial de salud, y ella trabaja con un software encriptado. Jaramilllo y otros rastreadores de contactos no comparten los nombres de las personas que tienen un diagnóstico de COVID-19 con la gente a la que llaman.

La Universidad de California, en San Francisco, ha estado trabajando tanto con la ciudad como con el estado para capacitar a cientos de trabajadores como Jaramillo.

“El seguimiento de contactos no es una fórmula mágica”, dijo Mike Reid, profesor asistente en la Escuela de Medicina de la UCSF.

Pero dijo que el enfoque a la “antigua usanza” en San Francisco y otros departamentos de salud —que se basa en educación y empoderamiento, no en aplicaciones de rastreo como aquellas en las que Google y Apple están trabajando— pueden unir a las comunidades y crear capacidad para manejar futuras crisis.

En un tiempo de aislamiento, un trabajo que requiere conexión humana resulta atractivo. Y para algunos, el trabajo es una forma de contraatacar en una pandemia que ha golpeado la economía nacional.

Pero incluso si se contrata a cientos de miles de personas como rastreadores de contactos, apenas afectaría al desempleo; en los últimos dos meses más de 36 millones de solicitudes de ayuda por desempleo fueron presentadas en Estados Unidos.

Y las oportunidades varían de estado a estado; Massachusetts y California estuvieron entre los primeros en adoptar programas masivos de seguimiento de contactos por la COVID-19.

Kevin Williams, de 27 años, escritor y conductor en Columbus, Ohio, pensó que le daría una oportunidad al seguimiento de contactos después de que el Departamento de Salud del estado anunció a princicpios de mayo que estaba contratando a 18,59 dólares por hora.

“Si me llaman y consigo una entrevista, sería genial”, dijo. “Realmente no tengo muchas opciones en este momento. Pero también, no siento que estos trabajos sean reales. ¿De verdad están haciendo seguimiento de contactos? ¿O solo quieren que parezca que están haciendo lo correcto?”.

No recibió respuesta, y para la semana pasada, la oferta de trabajo en la página web del Departamento de Salud había sido eliminada. Según el departamento, más de 9000 personas se postularon para el trabajo de seguimiento de contactos con el estado.

Y aunque los funcionarios de Ohio han pedido 1700 rastreadores de contactos, debían ser destinados, en gran medida, a los departamentos de salud locales. El trabajo estatal al que Williams se postuló estaba buscando solo a 100 personas.

Oscar Baez, de 33 años, un funcionario del Servicio Exterior, tuvo mejor suerte. Fue evacuado de su puesto en Jerusalén en marzo y volvió a Boston, donde creció.

Baez, quien es de República Dominicana, ha usado español, portugués y árabe para comunicarse con las personas que llama en el área de Boston.

“Esta es una oportunidad para atacar, rastrear a quienes fueron expuestos a este virus y limitar la propagación”, dijo. “Hace falta corazón”.

Los rastreadores de contactos no trabajan solos. El proceso comienza con los investigadores que se comunican con personas con la COVID-19, y esas conversaciones generan contactos para los rastreadores.

Después de hacer esas llamadas, hay un trabajo de seguimiento para ayudar a la gente a encontrar recursos, como despensas de alimento y asistencia financiera.

“Les pedimos a las personas que se pongan en cuarentena cuando quizás no tienen fórmula para bebé para el día siguiente, o tal vez no tengan comida para alimentar a una familia de ocho”, dijo Baez. “Entonces, ¿cómo podemos pedirles que se queden en casa si no tienen asistencia financiera y apoyo social?”


Baez encontró este trabajo a través de Partners in Health, que ha ayudado a los funcionarios de Massachusetts a reclutar y capacitar a más de 1700 personas. Eso es solo una fracción de los más de 41.000 que se han postulado a través de la organización.

John Welch, director de operaciones de Partners in Health, dijo que estaba impresionado por la variedad de personas que querían ayudar. Entre ellas hay trabajadores de la salud jubilados, empleados públicos suspendidos y antiguos trabajadores de hotelería.

“Si sus habilidades informáticas fallan un poco, podemos ayudar a mejorar eso”, dijo. “Pero lo realmente importante en medio de una epidemia es la empatía”.

Contrace Public Health Corps, una organización que ayuda a los departamentos de salud en Estados Unidos a reclutar rastreadores, recibió más de 50.000 postulaciones en las últimas semanas, principalmente de mujeres, dijo Steve Water, el director ejecutivo.

Si bien no siempre se requiere un diploma universitario, Waters dice que los mejores candidatos tienen una licenciatura y algunos antecedentes en servicios de atención médica. La diversidad también es importante.

“La cultura general es clave para desarrollar confianza con alguien a quien estás llamando sin que lo haya solicitado, en particular en comunidades de minorías o en dificultades, que son algunas de las más afectadas”, dijo Waters.

A nivel nacional, el coronavirus está infectando y matando a las personas negras a unas tasas desproporcionadamente altas, reflejando desigualdades de larga data en recursos y acceso a la atención. El virus también ha llevado núcleos de la mortal enfermedad y crisis económicas a las reservas de los nativos americanos en todo Estados Unidos.

La fluidez de Jaramillo al hablar español ha sido particularmente útil en California, donde más del 50 por ciento de las personas infectadas son latinas.

Y Baez, cuya carrera diplomática lo ha llevado a países como Haití, China y Brasil, ahora pone sus habilidades al servicio del barrio donde creció, al hablar con familias inmigrantes muy parecidas a la suya.

“Veo la fecha en que dieron positivo, y es en el mismo centro de salud comunitario al que fui para exámenes físicos cuando era niño”, dijo. “Cada día es diferente. Escucho muchas, muchas historias individuales que son deprimentes, inspiradoras y edificantes, todo al mismo tiempo”.

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