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En el mapa publicado, los colores rojo y morado corresponden a un terreno montañoso más frío. El amarillo y el rojo, que dominan la imagen, indican un valle caluroso y remoto. Aquí es donde los migrantes que buscan cruzar de México a los Estados Unidos corren el riesgo más alto de morir bajo el implacable sol del desierto.
El mapa de Chambers depende de un modelo de sistema de información geográfico (SIG o GIS por sus siglas en inglés), una tecnología digital que les permite a los geógrafos realizar análisis espacial de terrenos, guiados por datos. Según Jonathan Cinnamon, geógrafo de la Universidad Ryerson, en Toronto, el tema que eligió Chambers representa un esfuerzo cada vez más amplio de emplear SIG para entender el riesgo que enfrentan los migrantes indocumentados cuando cruzan fronteras internacionales. Según el análisis de Chambers, los migrantes comenzaron a cruzar por lugares más calurosos y difíciles del desierto, luego de que el gobierno de los Estados Unidos aumentara el número de agentes de la Patrulla Fronteriza, e instalara nuevas tecnologías de vigilancia, como sensores de movimiento subterráneos y torres de vigilancia equipadas con radares.
El desierto de Sonora cubre aproximadamente 160.000 kilómetros cuadrados en Arizona, California y México, e incluye grandes ciudades como Phoenix y Tucson, así como enormes áreas de tierras públicas y privadas. El esfuerzo de empujar a los migrantes hacia este desierto inició en 1994, bajo la administración Clinton. Fue entonces que la ola cada vez mayor de inmigración, que inició en la década de 1980, motivó al gobierno a acoger la política de “prevención mediante la disuasión”. La idea inicial era que, si las rutas eran demasiado peligrosas, los posibles migrantes de México y América Central se verían disuadidos de cruzar ilegalmente la frontera de los Estados Unidos. Con este objetivo en mente, la Patrulla Fronteriza aumentó la vigilancia en ciudades fronterizas como Tijuana y El Paso, dejando las desérticas tierras baldías como la única opción.
John Mennell, un especialista en asuntos públicos de la Aduana y Protección de Fronteras de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), la agencia que supervisa a la Patrulla Fronteriza, dijo desde su oficina en Arizona -en un email enviado a Undark-, que las personas que cruzan ilegalmente la frontera corren peligro por las conductas predatorias de los traficantes y organizaciones criminales que, dice, fomentan que los migrantes monten sobre el techo de los trenes, o se resguarden en casas llenas, con cantidades limitadas de comida y agua. Mennell dijo que la agencia ha instalado luces de rescate en el desierto, que los migrantes pueden usar para pedir ayuda. Según la CBP, la Patrulla Fronteriza rescató a aproximadamente 5.000 migrantes en la frontera suroccidental, entre octubre de 2019 y septiembre de 2020.
Sin embargo, según los datos compilados por la organización sin ánimo de lucro Humane Borders (Fronteras Humanas), la prevención a través de la disuasión ha sido un fracaso en su objetivo de impedir que los migrantes crucen la frontera. “Sigue dándose un cambio en migración hacia áreas más remotas y difíciles,” dijo Geoff Boyce, un geógrafo de Earlham College, en Indiana, que es uno de los colaboradores de Chambers. Hoy los migrantes tienen una probabilidad mucho más alta de morir en el desierto que hace 15 años, dijo, y los números siguen aumentando: de 220 muertes por cada 100.000 capturas, en 2016, a 318 muertes por cada 100.000 capturas, en 2020. El año pasado murieron 227 migrantes en la jurisdicción del Examinador Médico del Condado de Pima, al sur de Arizona. Sin embargo, los activistas dicen que el número probablemente es mucho mayor, por la forma como los cuerpos desaparecen en el desierto.
Chambers y Boyce obtienen los datos sobre mortandad de la oficina del Examinador Médico del Condado de Pima. Han recibido información sobre actividad de migrantes de No More Deaths (No Más Muertes), uno de los muchos grupos humanitarios en el área de Tucson que mantienen agua del desierto y estaciones de suministro para los migrantes. No More Deaths, que apoya la despenalización de la migración indocumentada, ha organizado suministros en las montañas y otros lugares de difícil acceso. Humane Borders también mantiene estaciones en áreas accesibles por automóvil. Estas organizaciones llevan registros meticulosos, y son los datos en bruto que motivaron la primera colaboración entre Chambers y Boyce para el mapeo del desierto.
En una fría mañana de noviembre, Rebecca Fowler, la gerente administrativa de Humane Borders, subió a un camión con una lista de 53 estaciones de agua. La acompañaban dos voluntarios que conversaban en la calle junto a la plancha del camión. Sobre ésta había yardas de mangueras y barriles azules de 55 galones, que la organización compraba a las compañías de soda con un descuento.
Fowler lideraba la ronda del viernes en la mañana a las siete estaciones de agua, ubicadas cerca de la Carretera Estatal 286, que baja de Tucson al aislado pueblo fronterizo de Sasabe. Cada semana, Fowler y sus voluntarios revisan para asegurarse que el agua sea potable y sea suficiente. Cambian los barriles sucios y toman nota de cualquier acto de vandalismo (en el pasado han encontrado algunos de los barriles del grupo con orificios de bala o con los grifos arrancados).
Entre otros datos, Fowler y su grupo reúnen información sobre el uso del agua, las huellas y la ropa hallada cerca de sus estaciones de agua. Utilizando datos del examinador médico del condado, también han creado un mapa interactivo de las muertes de migrantes. Una búsqueda en su página web revela la difusión de puntos rojos en el suroccidente de los Estados Unidos, y muchos entre Phoenix y Tucson que el mapa convierte a negro. La organización ha cartografiado más de 3.000 muertes en las últimas dos décadas.
Durante sus años en el desierto, Fowler ha notado los mismos cambios que resaltan Boyce y Chambers en sus investigaciones. “Los migrantes son desplazados hacia áreas cada vez más desoladas y feroces”, dijo ella.
El modelaje SIG, que en términos generales es cualquier técnica que permite a los cartógrafos analizar datos y paisajes espacialmente, ha evolucionado junto con la computación. Las fuerzas militares de los Estados Unidos desarrollaron e implementaron desde hace tiempo esta tecnología y la utilizaban para sus planes de operaciones. Según Cinnamon, en aquellos días iniciales pocos activistas o académicos tenían las habilidades adecuadas, o el acceso necesario para utilizar SIG. Sin embargo, durante la última década, más universidades han integrado SIG como parte de su currículo y la tecnología está disponible de forma más amplia.
Hoy en día, el tipo de modelaje SIG que emplea Chambers, que utiliza software ArcGIS o QGIS, es común en la arqueología y el diseño de paisajes. Permite a quienes modelan comprender cómo influyen factores como el terreno, el clima y las características hechas por humanos, en la forma como la gente se mueve por un ambiente físico dado.
Un arquitecto podría emplear tecnología SIG para decidir dónde poner las aceras de un campus universitario, por ejemplo. Chambers utilizó estas técnicas para estudiar la migración de alces durante sus estudios doctorales en la Universidad de Arizona. Sin embargo, luego Boyce lo conectó con No More Deaths y comenzó a usar sus habilidades para estudiar la migración humana.
No More Deaths también lleva cuenta de los datos en sus estaciones de agua, incluyendo actos de vandalismo que Boyce y Chambers también analizan vía SIG. Este informe, publicado en el 2018, examina espacialmente el momento del año y el lugar donde ocurrió el acto vandálico, y utiliza los resultados para postular que la Patrulla Fronteriza es principalmente responsable, mientras reconoce que los actores sueltos, como cazadores y miembros de grupos de milicias, también pueden estar contribuyendo. (La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos no respondió a las preguntas de Undark sobre el vandalismo a las estaciones de agua).
Cuando Boyce y Chambers terminaron de analizar la información se preguntaron: ¿Qué más podrían revelar estos datos? Los intentos previos por entender la hostilidad del desierto habían dependido del hallazgo de restos humanos o estadísticas de captura por parte de los agentes de la Patrulla Fronteriza, pero ambas son medidas imperfectas.
“Es muy difícil encontrar cualquier tipo de información robusta y confiable sobre migración indocumentada, en particular para las áreas remotas del desierto”, dijo Boyce. “El comportamiento de las personas que están involucradas no es registrado metódicamente por ningún actor estatal”.
La mayoría de las estaciones de agua en la ruta de Fowler estaban lejos de la autopista, en carreteras destapadas donde el mezquite raspaba la camioneta. Para las 11 de la mañana, las gruesas nubes habían llegado, la temperatura alcanzaba los 80 grados Fahrenheit (alrededor de 27 grados Celsius) y seguía aumentando. Los dedos de los cactus saguaro apuntaban al cielo y las montañas Quinlan se marcaban contra el horizonte. Al otro lado de ellas estaba la Nación Tohono O’odham. Fowler dice que las políticas de la Patrulla Fronteriza cada vez empujan más a los migrantes hacia el traicionero terreno dentro de la reserva.
Los barriles de agua de Human Borders están marcados por largos postes que terminan en andrajosas banderas azules, sacudiéndose sobre la maleza. Cada barril tiene un candado de combinación, que impide que los vándalos abran el barril y rieguen lo que hay dentro. Cada uno también está marcado con una calcomanía de la Virgen de Guadalupe, que es un símbolo para los migrantes que cruzan el desierto.
En cada parada, Fowler y los voluntarios de ese día, Lauren Kilpatrick e Isahiah Ortiz, quitaron el candado y revisaron los niveles de partículas y pH del agua. Recogieron basura que había cerca y estuvieron pendientes de si veían huellas. En la tercera estación, el agua tenía puntos negros visibles -una señal temprana de algas-, de manera que el grupo regó los 55 galones en el suelo y montó un nuevo barril. En una estación más adelante, Fowler encontró un grifo que fue arrancado y arrojado entre el mezquite. Luego, el grupo encontró un barril lleno de mochilas abandonadas y en descomposición.
Esta fue la tercera revisión de agua hecha por Kilpatrick y Ortiz, una pareja de Nevada que ahora vive en Arizona. Kilpatrick había leído libros y escuchó podcasts sobre la frontera, y Ortiz había querido involucrarse porque sentía la crisis como un tema personal -algunos de sus familiares son inmigrantes, y algunos de sus amigos y parientes son indocumentados.
“Solo pienso en su viaje -algunos de ellos son de América Central y de México,” dijo. “Sus vidas estaban en peligro al transitar estos lugares así como lo hicieron”.
El modelaje SIG simplifica este complejo panorama en una cuadrícula. Para analizarla, Chambers utiliza un software de modelaje estándar. Hasta ahora, junto con Boyce, ha publicado cinco artículos académicos sobre el desierto. Para el primero que hicieron juntos, el equipo tomó los datos de las visitas de No More Deaths a las estaciones de agua, entre 2012 y 2015, y observó los cambios en el uso del agua en cada estación. Una vez determinaron qué rutas habían dejado de utilizarse y cuáles se usaban más, revisaban si las nuevas rutas eran más arduas, gracias a un índice de dificultad que Chambers desarrolló con sus colegas, y que incluye la inclinación e irregularidad del terreno, junto con la cobertura de la vegetación y la temperatura. Concluyeron que la política oficial de los Estados Unidos es empujar cada vez más a los migrantes hacia los pasos más peligrosos.
Desde la perspectiva de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos: “El caminar por terrenos remotos e inhóspitos es tan sólo uno de los muchos peligros que los inmigrantes ilegales enfrentan durante su viaje a los Estados Unidos,” dijo Mennell. Añadió que instalar nueva tecnología y más patrullas en las rutas más transitadas de migración es algo bueno, porque es una contribución al objetivo de asegurar la frontera contra los traficantes que traen a los llamados “inmigrantes ilegales”.
En otro artículo académico, Chambers estudió si los migrantes tomaban nuevas rutas para evitar una mayor vigilancia, y si estas nuevas rutas los exponían a mayores riesgos por el calor y la hipotermia. Al mapear cuáles áreas eran más difíciles de cruzar, medidas con el gasto en calorías, Chambers tuvo en cuenta variables como la inclinación, el terreno, y el peso humano y velocidad promedios. Para medir el gasto de energía en las distintas rutas echó mano de fórmulas militares y arqueológicas. Usó el análisis de vista panorámica, que le dice a quien hace un mapa qué áreas son visibles desde cierto punto -por ejemplo, desde una torre de vigilancia- y, usando sus cálculos de inclinación y las fórmulas, comparó los costos de energía de caminar a plena vista de las torres, en comparación con estar fuera de su vista.
Chambers puso a prueba sus hallazgos contrastando los mapas de restos humanos recuperados en el área antes y después del aumento en la vigilancia. Para hacer un mapa del estar expuesto al calor, Chambers utilizó fórmulas de los profesionales del deporte y la medicina, los médicos militares y los fisiólogos, y cartografió esto en el desierto. Así halló, al igual que con el índice de esfuerzo, que la gente estaba tomando rutas más largas y más intensas para evitar las torres. Ahora necesitaban más calorías para sobrevivir en el desierto y estaban bajo un riesgo más alto de morir de calor.
Los estudios de gasto calórico se han hecho antes en otros contextos, dijo Chambers. Sin embargo, hasta este mapa nadie había creado una representación espacial de los lugares donde el terreno y las altas temperaturas son las más mortíferas para el cuerpo humano.
Mapeando la migración alrededor del mundo
El mapeo SIG también se usa para rastrear la migración hacia Europa. Lorenzo Pezzani, un profesor de arquitectura forense en Goldsmiths, University of London, trabaja con artistas, científicos, organizaciones sin ánimo de lucro y políticos para mapear lo que consideran violaciones a los derechos humanos en el mar Mediterráneo.
En comparación con el grupo que realizaba investigación en Arizona, Pezzani y su equipo tienen una clara desventaja: si un cuerpo cae al mar, es poco probable que lo rescaten. No hay la misma cantidad de datos que pueden estudiarse, dijo Pezzani, así que él y su equipo estudian desastres discretos, y a partir de ahí extrapolan.
Pezzani disemina el trabajo de su grupo mediante un proyecto llamado Forensic Oceanography (Oceanografía Forense), un esfuerzo de investigación colaborativa que consiste de mapas, visualizaciones e informes, y que ha aparecido en museos de arte. En 2018, la información que reunieron sus visualizaciones fue entregada al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como prueba que demostraba el rol del gobierno de Italia en la muerte por ahogamiento de migrantes.
El objetivo es hacer más visibles las muertes de migrantes en el Mediterráneo, y más visible también el desafío a la narrativa gubernamental, pues según ésta, y al igual que las muertes en Sonora, son muertes inevitables, en las que no hay responsabilidad oficial. De las muertes por naufragios, por ejemplo, generalmente se responsabiliza a organizaciones criminales de traficantes de humanos, dijo Pezzani, quien quiere demostrar que las condiciones que atraen a los migrantes a las aguas peligrosas son el resultado de “decisiones políticas específicas que fueron tomadas por estados del sur de Europa y por la Unión Europea”.
Pezzani, Chambers y Boyce pretenden que su trabajo alimente la discusión sobre la política gubernamental de inmigración y fronteras. Boyce, por su parte, quiere que el gobierno de los Estados Unidos revalúe su política de “prevención mediante disuasión” y desmilitarice la frontera. Cree que la actual política está condenada a fracasar y es inhumana porque no ataca las causas subyacentes que llevan a la gente a tratar de migrar. Ryan Burns, un académico visitante en la Universidad de California, Berkeley, dijo que quiere ver más investigaciones similares. “Necesitamos que más científicos digan: ‘podemos producir conocimiento razonable que puede llevar a la acción, que tiene un rigor bien establecido, pero que también tiene motivación política,” dijo Burns.
Cinnamon dijo que el SIG, por naturaleza, tiende a involucrar acercarse a un proyecto con un punto de vista en mente. “Si el gobierno de los Estados Unidos decidiera hacer el mismo estudio, podrían aproximarse a él desde una perspectiva muy distinta,” dijo. Siempre y cuando los autores sean abiertos sobre sus puntos de vista, Cinnamon no ve que esto sea un problema.
Burns, sin embargo, hizo una advertencia. Al llamar la atención sobre los cruces ilegales, dijo, los investigadores “podrían estar poniendo en peligro a las personas que toman estos caminos”. En otras palabras, hacer más visible una crisis puede ser políticamente poderoso, pero también puede tener consecuencias no intencionadas.
Antes de su visita a la última estación de agua, el grupo de Humane Borders se dirigió a Sasabe. Un helicóptero se escuchó en lo alto, probablemente buscando migrantes, según Fowler. Los vehículos de la Patrulla Fronteriza acechaban las calles, como lo hacen en esta parte del país.
Antes, dijo Fowler, había un muro de 12 pies de alto que se alzaba a lo largo de millas en las montañas. Durante los últimos meses, ha sido reemplazado por el más reciente esfuerzo del gobierno de los Estados Unidos para detener a los migrantes que se aventuran en el desierto: un muro de acero de 30 pies de alto, que ondula por el pueblo y las montañas en cada dirección. Es otro factor que debe tenerse en cuenta cuando se hace el mapa del desierto de Sonora, y se observa cómo los obstáculos naturales y artificiales les dan forma a las rutas de migrantes.
“Hay mucha especulación” sobre lo que sucederá a los migrantes a causa del muro, dijo Fowler. Ella sospecha que cruzarán por la Nación Tohono O’odham, donde no hay pared. Sin embargo, no tendrán acceso al agua que deja Humane Borders. “Lo que me preocupa, obviamente, es que más personas mueran”, dijo Fowler. Ella está segura de que los migrantes “seguirán viniendo”.
Chambers y Boyce piensan seguir haciendo mapas. Recientemente publicaron un artículo académico mostrando la presión que los puntos de vigilancia fronterizos generan sobre los migrantes que cruzan el desierto. Este es el paso más reciente en su tarea de crear evidencia empírica para la creciente peligrosidad de la frontera.
“Resulta importante que la gente lo sepa”, dijo Boyce.
Este articulo fue publicado originalmente por Undark. Aquí puedes leer el texto original. Esta historia fue publicada en nuestra web con permiso de la revista digital.