miércoles, octubre 9, 2024
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Lula: El Ave Fénix corrupta

Hugo M. Delgado A.

Con menos del 2%, el corrupto presidente electo de Brasil, Ignacio Lula da Silva, venció al polémico derechista, Jair Bolsonaro, el pasado 30 de octubre de 2022.

La información recorrió el continente latinoamericano como pólvora. Era la gran noticia, pero pocos refirieron a su pasado, su encarcelamiento por 580 días, al escándalo de Lava Jato investigado por el juez, Sergio Moro, desde 2014, en el que involucraron a políticos y empresarios brasileños, peruanos, argentinos, venezolanos, ecuatorianos, dominicanos, panameños, mexicanos, salvadoreños, colombianos, guatemaltecos, africanos y europeos.

En 2018, el Supremo Tribunal de Brasil (STB) decidió desmantelar al equipo de fiscales que había logrado recuperar 940 millones de dólares, incautar US $1100 millones en bienes,  estimar en US $ 2000 los pagos en soborno (Odebrecht pagó $800 millones) y condenar a 174 políticos y empresarios en Brasil .

En noviembre de 2019, el STB, absuelve a Lula de los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero. En 2021,el STB revocó estas condenas al entender que “no se le habían respetado sus derechos, durante el proceso llevado a cabo por el entonces juez Sergio Moro” (BBC Mundo 31 de octubre 2022).

Si bien, en una votación 3 contra dos, el STB lo liberó, los delitos por los cuales se le condenó, no se eliminaron. A pesar de su culpabilidad, Lula se alió con los opositores de Bolsonaro para ganar. Gracias a la alianza con Fernando Henrique Cardoso y el ahora vicepresidente, Geraldo Alckmin, un socialdemócrata que en su confrontación y derrota en 2006, con el ahora socio, dijo: “»Después de llevar a Brasil a la quiebra, Lula dice que quiere volver al poder.

También se podría decir que quiere volver a la escena del crimen, en alusión a los casos de corrupción que empañaron los gobiernos del izquierdista” (1-11-2022 France 24).

Pero los medios que defienden la victoria del izquierdista Lula, no explican que el escenario político brasileño sí cambió. Los polémicos comentarios y posiciones ante distintos temas, bandera de la izquierda oportunista, sembraron una matriz de opinión contra Bolsonaro, especialmente en el exterior, aunque  el apoyo interno contradijo esa visión.

Los críticos del expresidente afirman que, como los procesos fueron anulados por razones técnicas, no se probó la inocencia, el Supremo no exoneró a Lula, no dijo que no había pruebas, no entró en el fondo del asunto. Cuando anulan el caso, mucha gente empezó a decir que estaba absuelto, cuando no lo estaba», dijo el ex fiscal del Lava Jato  y ahora diputado electo, Deltan Dallagnol.

“Tres tribunales de primera, segunda y tercera instancia, jueces independientes, más los ministerios públicos que actuaban ante estas instancias de forma independiente, entendieron que había pruebas contundentes, no solo de corrupción, sino también de lavado de dinero«. Dijon Dallagnol. Un hecho que ratificó la impunidad que cobija a la izquierda continental.

Aún con las pruebas y la expansión de la corrupción liderada por Petrobras y Odebrecht  en Latinoamérica, África y Europa, los brasileños decidieron por el corrupto Lula. Algunos opinadores de oficio consideran, que luego del escándalo, el cofundador del Foro de Sao Pablo, resucitó de las cenizas como un “Ave Fénix”. Un mal ejemplo para las sociedades latinoamericanos que ya han apostado por otros cuestionados políticos deshonestos, poco calificados y con escasa formación académica.

El resentimiento social, unido con el relativismo afectan notablemente a las democracias latinoamericanas. La izquierda  ha sido hábil para explotar los sentimientos más bajos de la sociedad, planifican a largo plazo, se reúnen, roban y se financian, sin recibir condena alguna, y se alían con el narcoterrorismo.

Mientras, del otro lado, los llamados a defender la democracia, fundamentada en los principios del liberalismo y el capitalismo, parecen obnubilados por las ganancias desmedidas, la explotación de los trabajadores, con sueldos y condiciones miserables, la defensa de sus privilegios, y una escasa responsabilidad con la sociedad, como decía, recientemente, el profesor de la Universidad del Zulia en Venezuela, Rafael Portillo.

El esfuerzo para crear consciencia implica ir más allá de la superficialidad que imponen las redes y algunos comunicadores sociales empeñados en responder más a tendencias mediocres, que impiden profundizar en fenómenos como el ocurrido en Brasil, con la elección del artífice de la corrupción más “grande del continente”, y fundador del Foro de Sao Pablo,  justificador de autocracias, robos, crímenes y engaños.

La educación mediocre, explica el profesor Portillo, también hace estragos en la juventud, y eso se ve en Venezuela, por ejemplo. Controlarla, forma parte de una estrategia emprendida por la izquierda mundial y en especial la latinoamericana, organizada, con planes claros (como sucedió en Colombia en las violentas protestas de 2019-2020), un discurso redentor, con recursos ilegales, con una propuesta de cambio basada en la diversidad e inclusión ilimitada que ha destruido valores y al núcleo familiar. Del otro lado, existe una actitud de los “defensores de la democracia”, totalmente absurda, que les facilita la toma del poder a la izquierda.

También es cierto que la izquierda, si bien domina el espectro político latinoamericano, sus victorias han sido “apretadas”. Ocurrió con Lula, en Argentina, en Perú y en Colombia, eso demuestra que una alianza concreta de los factores democráticos puede recuperar el terreno perdido, diseñando y aplicando una propuesta ideológica más humana que permita reducir la desigualdad histórica y la impunidad.

Lula es la materialización de una corriente posmodernista, soportada en el resentimiento y la destrucción de los valores democráticos verdaderos. Maneja un proceso a largo plazo que también muestra sus fallas y su capacidad camaleónica  que explota las debilidades humanas por el poder, tal como ocurrió con su alianza con Cardozo y  Alckmin. O en el caso Colombia, con su otro socio del Foro,Gustavo Petro,  cuando se alió con Juan Manuel Santos y los caciques regionales, como los Chard  en Barranquilla, para derrotar a una centro derecha fragmentada y desubicada.

Para quienes justifican a Lula como el “Ave Fénix” del izquierdismo corrupto, inepto y genocida (caso Venezuela, Nicaragua y Cuba), deben reflexionar sobre las razones de la escueta diferencia y buscar las razones para que Bolsonaro lograra que sus candidatos dominaran las principales ciudades de Brasil y las cámaras.

Pero su llegada, esta vez, no será como en sus anteriores gestiones ( 2003-2011). Ya no contará con los recursos petroleros de Hugo Chávez, murió Fidel Castro (su socio fundador del Foro de Sao Pablo), tampoco están Rafael Correa (Ecuador) y Evo Morales en Bolivia. El vago de Gabriel Boric (Chile) está de capa caída  y Pedro  Castillo, nunca arrancó. La crisis rusa y china, también, van a limitar su apoyo económico y político.

Un escenario nada favorable para el viejo Lula de 77 años, quien tendrá un contexto nada parecido a sus dos primeros mandatos, cuando salió con un 80% de aceptación. Si esto es cierto, qué pasó con ese 30%  que se esfumó y fue a parar en manos del Bolsonaro. Algo hizo el polémico mandatario, para que las grandes ciudades y el casi 50% de los votantes lo apoyaran. Las dudas sobre su “renacer” ya se sembraron.

 

 

 

 

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