El periodista fue arrestado el 14 de junio mientras cubría protestas contra Trump y a los pocos días le abrieron procedimientos de deportación. Esta semana fue liberado bajo fianza pero luego inmediatamente detenido de nuevo bajo nuevas acusaciones
Mario Guevara grabó y retransmitió en vivo incontables redadas migratorias en los últimos años, y el pasado 14 de junio hizo lo mismo con su propio arresto. Mientras cubría una manifestación en contra del presidente Donald Trump en la pequeña ciudad de mayoría latina de Chamblee (Georgia) —una de las miles de marchas convocadas en todo el país ese día— se ve el momento exacto cuando el teléfono con el que Guevara está grabando cae al suelo y el periodista salvadoreño, que vive y trabaja en Estados Unidos desde hace 21 años, se dirige en inglés a los policías antimotines que hacía instantes se veían acercándose en pantalla. “¡Oficial! ¡Oficial! Soy un miembro de los medios”, se oye que dice, reafirmando lo que su casco y chaleco claramente identificado deberían dejar claro. Desde el asfalto, el video continúa transmitiendo ese sábado soleado.
Mientras lo esposan, Guevara logra que un agente recoja su móvil y lo meta en su mochila. La grabación sigue desde allí dentro. Una vez en el coche de policía, el reportero detenido pide que bajen una ventana y, consciente de que hay una posibilidad de que su transmisión siga andando, pide, en español, a sus miles de seguidores que avisen de lo sucedido a su abogado. Esa grabación es el último testimonio público que se tiene de Guevara.
Desde entonces, han transcurrido 21 días en los que ha sido acusado de varios cargos independientes, ha estado detenido en por lo menos tres instalaciones penitenciarias diferentes y, esta semana, puesto en libertad bajo fianza solamente para volver a ser arrestado instantes después. El US Press Freedom Tracker lo registra como el único periodista detenido actualmente en Estados Unidos.
El arresto inicial de Guevara por parte de la policía del condado de DeKalb, que incluye una parte de Atlanta, fue por tres cargos: concentración ilegal, obstrucción a la policía y circulación peatonal en la calzada. El 18 de junio, sin embargo, Guevara fue entregado a la custodia del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), acusado de estar en el país de manera ilegal. También se le imputaron por separado otros tres cargos por infracciones de tráfico —por ignorar señales, utilizar un dispositivo de comunicación al volante y conducción temeraria— presentadas sin pruebas fotográficas y sin testimonios de los agentes acusadores, cuyos nombres además fueron ocultados, y que supuestamente habían ocurrido el 20 de mayo. A los dos días, Guevara fue trasladado al centro de detención de migrantes de Folkston, al sur de Georgia, y se iniciaron formalmente los procedimientos para su deportación, que continúan a pesar de que el 25 de junio la fiscal de DeKalb desestimó sus cargos iniciales del día de la manifestación.
El lunes pasado, 30 de junio, un tribunal migratorio le otorgó la libertad bajo fianza, fijándola en 7.500 dólares tras desestimar los argumentos del Gobierno que lo tildaba como una “amenaza para la comunidad”. Pero cuando el miércoles Guevara fue liberado, pasadas las 48 horas de custodia adicionales que solicitó el ICE, fue inmediatamente detenido por las supuestas infracciones de tráfico y puesto en custodia de la policía local de nuevo, que registró su arresto el jueves en la mañana. Esa misma noche, se confirmó que Guevara está una vez más bajo custodia del ICE en la cárcel del condado de Floyd y sin posibilidad de fianza.

Aunque lo acusan de haber entrado y permanecido en Estados Unidos de manera irregular, los abogados de Guevara sostienen que el periodista ingresó desde El Salvador en 2004 legalmente con visa de turista y desde hace años tiene permiso de trabajo. Además, después de que se le rechazó una petición de asilo por falta de pruebas contundentes de que corría peligro si volvía a El Salvador, en 2012 comenzó el proceso para recibir residencia permanente como familiar directo de un ciudadano estadounidense: sus dos hijos nacidos en el país. Ese proceso sigue abierto.
Guevara huyó de su país natal con su esposa a principios de 2004 después de haber trabajado en La Prensa Gráfica cubriendo, entre otras cosas, manifestaciones en contra del Gobierno local. Por ese trabajo fue acusado por algunos sectores de ser una agente encubierto del Estado y atacado en dos ocasiones. También recibió amenazas de muerte. Fue entonces cuando decidió trasladarse a Estados Unidos y se asentó en Atlanta.
Allí consiguió un trabajo en un periódico local en español que ya no existe llamado Atlanta Latino. En 2007 pasó a trabajar en Mundo Hispánico, un medio que pertenecía a Cox Enterprises, también propietario del mayor diario de la ciudad, el Atlanta Journal-Constitution. En los años siguientes, Mundo Hispánico tuvo un crecimiento enorme y se consolidó como el medio en español más grande de Georgia, con números que incluso competían con los medios en inglés. El auge coincidió con el rápido aumento de la población latina de Atlanta, que subió un 30% entre 2010 y 2020.
Durante los mandatos de Barack Obama, una alianza entre el ICE y la policía local expandió los controles migratorios en el Estado y los números de detenciones crecieron muy rápidamente. Guevara se lanzó a cubrir el tema. Un poco antes de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca por primera vez, el reportero empezó a notar furgonetas abandonadas en las calles, muchas veces con escaleras atadas en los techos y los almuerzos empacados todavía intactos adentro. Se dio cuenta de que el ICE estaba yendo por trabajadores de la construcción, así que comenzó a salir a las calles en las madrugadas, cuando los albañiles se dirigen a las obras, para cazar redadas migratorias. Así comenzaron los reportajes que serían la marca de la casa: las retransmisiones en vivo de las operaciones del ICE.
A partir de ese trabajo intrépido, Guevara construyó una audiencia enorme y leal en redes sociales. Ahora mismo tiene casi un millón y medio de seguidores en todas las plataformas, incluyendo 784.000 en Facebook. Allí ha construido una relación directa con quienes lo siguen, contestando sus comentarios y hablando con ellos, además de ser una presencia constante en sus barrios, donde conoce a muchos vecinos personalmente. El año pasado decidió lanzar su propio medio, MGNews, que se nutre, precisamente, de aquellos que durante años se han informado gracias a su labor.
Fue justamente su alto perfil la razón por la que fue puesto en confinamiento solitario durante los 11 días que duró en el centro de detención del ICE de Folkston. Allí, su compañero y amigo, el también periodista local Rafael Navarro, logró hablar con él y registró el encuentro. “Cuando me trajeron me dijeron eso, que me iban a colocar en este lugar porque yo era una persona muy conocida y no querían que alguien me fuera a querer hacer algún daño, pero aquí es donde traen a las personas que están castigadas, esas son las celdas de castigo”, le dijo a Navarro.
Solo tenía interacción con los guardias durante 21 horas diarias en su celda solitaria iluminada permanentemente. “Pero tengo mi baño privado”, todavía bromeó con su amigo. Las otras tres horas del día eran para lavar el uniforme y hacer ejercicio. Una noche, le contó a Navarro, se despertó y a pesar de las luces brillantes veía solo negro a su alrededor y pasó por lo que parece ser un ataque de pánico. “Me voy a volver loco”, le confesó a su amigo. La psicóloga que lo visitó en la celda le dijo que era simplemente estrés de encarcelamiento y que meditar u orar le harían bien.
Actualmente, no se sabe en qué condiciones está siendo detenido, pero el calvario que ha sufrido en las últimas semanas, y que no parece tener un fin claro, está confirmando los peores augurios. Ya el pasado 20 de junio, el Committee to Protect Journalists, junto con una coalición civil y de medios, expresó su alarma por la detención de Guevara en una carta dirigida a la Secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem.
“Si el caso de Guevara prospera, representaría una nefasta erosión tanto de la libertad de prensa como del Estado de derecho. Periodistas que no son ciudadanos estadounidenses podrían correr el riesgo de ser deportados únicamente porque las fuerzas del orden locales presentaron cargos por delitos menores contra ellos como represalia por informar, sin que esos cargos fueran nunca juzgados en un tribunal”, señala la misiva. Asimismo, varios medios locales en español a lo largo del país han denunciado intimidación y un aumento en los mensajes racistas y xenófobos que reciben.
A pesar de su convicción profesional, Guevara lleva mucho tiempo con esa nube sobre la cabeza. En un corto documental que le hizo el New York Times hace unos años llamado “Boca del Lobo” Guevara hablaba del miedo. “Hay gente que no sale a trabajar ni manda a sus niños a la escuela después de un operativo en su vecindario. Ese miedo no los deja seguir con su vida normal. Yo entiendo el miedo. A veces yo pienso que voy a ser el próximo”.