- Uno de los venezolanos que tuvo que dejar Colombia tras perder sus ingresos por la pandemia del Covid-19
Por Daniela León
CRISIS HUMANITARIA
Cientos de venezolanos salieron el pasado 23 de abril desde la capital colombiana, Bogotá, en nueve autobuses camino a la frontera con Venezuela. La mayoría de ellos se quedaron sin ingresos para pagar los alquileres y no pueden sobrevivir en Colombia hasta que se supere la pandemia por el Covid-19.
Jairo Roa es uno de los viajeros que en la capital neogranadina se dedicaba a la música. Trabajaba como mariachi en eventos, tabernas y discotecas, por lo que la paralización de la vida social en territorio colombiano trastocó su realidad.
El presidente Iván Duque dijo que la vida social se reactivará prácticamente en 18 meses y en ese tiempo, lamentándolo mucho, no puedo subsistir en Colombia porque todos mis ingresos venían de la música”, indicó Roa en exclusiva para El Diario.Comparte en
Su objetivo es volver a Venezuela donde —a pesar de la crisis social y económica— cuenta con un techo para resguardarse y evitar contagiarse con el coronavirus de Wuhan. Aunque sus planes parecían ideales, al llegar al peaje de Chía —en las afueras de Bogotá— encontró un obstáculo que se convertiría en días de incertidumbre.
“Cuando llegamos nos encontramos con Migración Colombia, Policía de Turismo y Policía nacional y nos dijeron que no estábamos autorizados para pasar y que solo podríamos salir el 24 de abril en la mañana, nosotros protestamos, pero no pudimos lograr nada. Necesitábamos irnos porque ya no teníamos dónde quedarnos en Bogotá”, aseguró Roa.
Tras ese episodio con las autoridades colombianas, los autobuses se trasladaron hasta un estacionamiento, en el que pasaron la noche niños, adultos, ancianos y mujeres embarazadas.
A la mañana siguiente los venezolanos volvieron al peaje y se encontraron nuevamente con los funcionarios policiales y de migración. En esa oportunidad solo dejaron salir a dos autobuses rumbo a Arauca y prometieron a los pasajeros que quedaron que otros funcionarios los atenderían luego. Eso no sucedió, asegura Roa.
Algunos de los migrantes conversaron con los policías sobre cuándo podrían salir de Bogotá y les advirtieron que tendrían que esperar hasta el domingo 26 de abril. La reacción de los venezolanos fue manifestar, no querían volver a dormir en esas condiciones, pero la protesta solo produjo amenazas de multas para los choferes.
La condición económica de los pasajeros era precaria, contaban con muy poco dinero para cubrir gastos del viaje, así que esperar no era una opción.
Aunque las necesidades de los viajeros no lograron convencer a las autoridades, la comunidad cercana no se hizo la ciega y los apoyaron con algo de alimento. Los vecinos les prepararon chocolate caliente, huevos sancochados y pan para que pudieran aguantar el tiempo que fuera necesario. Hoteles de la zona también alquilaron los baños para que pudieran mantener algunas medidas de higiene.
El sábado se acercó un oficial de Migración a donde estabamos y nos dijo que no habíamos conseguido autorización para salir el domingo, sino para el martes o miércoles y eso caldeó los ánimos”, explicó Roa.
Otra oportunidad para alzar sus voces
El domingo inició una nueva jornada de manifestación. Sin embargo, esta vez sería con la presencia de la prensa colombiana e internacional. Ese día la noticia de venezolanos salió en vivo por Caracol, en uno de los principales noticieros de ese país.
En ese momento de destapó la olla de lo que nos estaba pasando, porque ya habían denuncias en las redes sociales, pero no lo habían tomado en serio. A penas salimos en televisión llegó el personal de Migración Colombia y de la Policía Nacional y de una vez gestionaron la salida de los tres primeros autobuses”, detalló el venezolano.
Esa noche salieron los primeros vehículos y quedaron cuatro más en Chía, Roa es pasajero de uno de ellos que saldrían al día siguiente hacia Cúcuta.
La mañana del lunes el impacto que dejó salir en las noticias todavía era evidente. A las 8:00 am las autoridades ya habían comenzado a atenderlos y antes del mediodía arrancaron los primeros autobuses. La policía también llevó unas ambulancias para evaluar a las nueve embarazadas que estaban en los autobuses.
En el transcurso de esos días Roa mantuvo contacto telefónico con su familia. Sus tíos y primos que lo esperan en venezuela le pidieron que no perdiera la fe y que se mantuviera fuerte ante cualquier dificultad.
Esa noche uno de los autobuses se accidentó, pero los choferes lograron solucionarlo rápido. Todo parecía estar mejorando. Sin embargo, la espera se prolongó un poco más.
Los pasajeros de los primeros dos autobuses lograron pasar este martes 28 de abril, pero los de los dos restantes deben esperar en Cúcuta hasta la mañana siguiente.
Aquí Migración Colombia nos dijo que Venezuela ya no está dando paso sino hasta mañana temprano. Ya perdí contacto con quienes estaban en los otros autobuses porque tenían números colombianos y no tienen señal allá”, agregó.Comparte en
El puesto de Migración Colombia será el techo de Roa por esta noche y una colchoneta su cama momentánea. La cena está garantizada, la Cruz Roja colombiana le entregó una bolsa del Programa Mundial de Alimentos con galletas, agua y enlatados.
En los días de incertidumbre, los viajeros intentaron recurrir a dirigentes políticos colombianos y venezolanos, oficialistas y de oposición, pero la respuesta siempre fue negativa.
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