miércoles, noviembre 20, 2024
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María Corina Machado, la versión venezolana de Margaret Thatcher

La política que lidera las encuestas de las primarias de la oposición en Venezuela defiende las privatizaciones y la reducción del Estado en lo económico, pero se muestra tolerante y flexible en temas como el aborto o el matrimonio gay. Este es su ideario

Hay políticos que irrumpen en la escena y de un día para otro se convierten en protagonistas. Los ejemplos se amontonan en los últimos años: Donald Trump, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, Javier Milei o Rodolfo Hernández. Son figuras que surgen de pronto y logran conectar con una sociedad hastiada y sumida en el descrédito que se agarra a ellos como si fueran la última oportunidad de su vida. Algo así está pasando en Venezuela con María Corina Machado, líder indiscutible de las encuestas a un mes de las primarias de la oposición, solo que ella no es ninguna outsider ni una recién llegada. No forma parte de ese grupo de líderes de la extrema derecha disruptiva ni representa un populismo carismático. Machado lleva dos décadas en política aferrada a sus convicciones. Considerada la representante del ala radical de la oposición, Chávez la bautizó en su día como “la burguesita de fina estampa” y algunos se refieren a ella como la “dama de hierro”. Ahora que ha llegado su momento político, muchos se preguntan: ¿qué tiene María Corina en la cabeza?

Machado se define a sí misma – y a su partido, Vente Venezuela- como “liberal” -o neoliberal, según se mire- en lo político, económico y programático. Su visión política gira en torno a una reducción del Estado como proveedor de políticas públicas, al lanzamiento de las posibilidades del empresariado y al impulso del libre mercado para la creación de riqueza y generación de empleo. Su visión de gobierno tiene un sesgo manchesteriano, no muy diferente al que habrían podido tener Margaret Thatcher, Ronald Reagan o, en América Latina, Sebastián Piñera. Ella misma se mira en esos espejos. “Margaret Thatcher tuvo el valor de defender sus valores toda su vida contra todo lo que se le opuso”, tuiteó en 2013, quizás en una alusión a sí misma, que aún tendría por delante una década de ninguneo por parte del chavismo y la oposición antes de acariciar el éxito.

Esta ingeniera industrial de 55 años, divorciada y madre de tres hijos que han crecido lejos del país y de ella misma, nunca había congeniado con una Venezuela más a la izquierda de sus postulados. Su figura recababa apoyos entre la clase alta a la que siempre ha pertenecido su familia y entre la diáspora, pero en los últimos meses ha roto su propio techo de cristal y se ha convertido en lo más parecido a una princesa del pueblo. Miles de personas responden cada día a su presencia en cualquier punto del país, de los más ricos a los pobres, incluso entre los caladeros de voto del chavismo. El desencanto con el Gobierno y con una oposición que de tanto dar bandazos ha desconcertado a una sociedad que sufre cada día la crisis, ha aupado a esta mujer de ideas claras, que busca dar un giro completo a la economía del país, y de paso conecta con el dolor de tantas familias rotas. Ella también es una madre que echa de menos a sus hijos.

Machado siempre ha huido de las etiquetas. “Si plantear que la erradicación de la pobreza es una responsabilidad de toda la sociedad es una idea de izquierdas, entonces soy de izquierda. Si creer en la libertad personal, en la inversión, en la productividad es un tema de derechas, entonces soy de derecha”, sostuvo en 2012. La política mantiene una postura tolerante y flexible en temas como el aborto, -sobre el que pide abrir en el país el debate en torno a su despenalización en caso de violación-, el uso de la marihuana medicinal o el matrimonio gay. Aunque es una mujer que se presenta como creyente, descarta que su fe se vaya a colar en su acción política.

La precandidata presidencial se ha propuesto privatizar la empresa pública Petróleos de Venezuela (PDVSA), todo un tabú para la política local, y devolver a sus propietarios todas las empresas expropiadas por el chavismo, entre la que se encuentra Siderúrgica Venezolana, la compañía de la que su padre (fallecido este año) fue presidente del Comité Ejecutivo. Machado quiere desregular los controles, promete castigar la corrupción y promover una amnistía general de presos políticos, fomentar el crecimiento hacia afuera y retomar el contacto con los organismos multilaterales.

Con influencia de economistas como Ludwig Von Mises o Milton Friedman, tiene una interpretación de la política local a la derecha de los partidos tradicionales de la democracia venezolana anteriores al chavismo. Una visión algo más estadounidense que europea sobre la distribución de los fondos sociales para generar bienestar y un discurso profundamente anticomunista. En lugar del tradicional Estado promotor socialdemócrata del siglo XX, Machado propone la reducción del asistencialismo y la construcción de una sociedad sin muletas para acabar con el peso del Estado petrolero en la vida de la población, donde recoge una idea muy presente en pensadores venezolanos, a los que se refiere con frecuencia, como el novelista Arturo Uslar Pietri y el intelectual liberal Carlos Rangel.

Sus ataques al chavismo han sido su marca personal desde los tiempos de Chávez y su enemistad a diestra y siniestra, incluida la oposición, la convirtieron en una política solitaria que ahora proclama su intención de unir a un país dividido. Está segura de que a su lado hacia las primarias hoy caminan bases chavistas y opositores de todos los espectros, rendidos ante una figura acostumbrada a decir que no a todo. Machado siempre se ha negado a sentarse en una mesa de negociación con el Gobierno y tampoco ha participado en numerosos procesos electorales por considerar que su presencia era una forma de legitimar al chavismo.

Fue crítica con el Gobierno interino de Juan Guaidó, que buscaba el fin del madurismo por la vía de la confrontación y que fracasó en su intento, y feroz contra el sector moderado de la oposición, a quienes acusaba de hacerle el juego al régimen. Ella se mantuvo durante años a favor de un final por la fuerza del chavismo, con ayuda de Estados Unidos, que nunca llegó a concretarse de ninguna forma. Hoy es consciente de que no era más que una fantasía.

Machado avanza decidida hacia las urnas y convencida de que el chavismo le ha hecho un favor proclamando su inhabilitación, en una nueva artimaña sin ninguna base legal, que ha relanzado su candidatura dentro y fuera del país para las primarias del 22 de octubre. A María Corina, le gritan por las calles: “¡Yo te habilito con mi voto!”.

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